Frontera Invisible / Un problema gordo

AutorSergio Muñoz Bata

Lo difícil ha sido definir los límites de un debate en el que se mezcla la ciencia con la emoción de opiniones subjetivas y las contradictorias propuestas de solución al problema que ofrecen gobiernos, industrias, publicistas e iglesias.

Lo indudable es que la rispidez del debate refleja, si acaso, la validez de las preguntas que inspira: ¿Le corresponde al gobierno decidir qué alimentos no deben comer los niños en las escuelas públicas?

¿Es facultad del gobierno obligar a las empresas de alimentos a que limiten la cantidad de calorías en sus productos? ¿Deben los establecimientos que venden comida chatarra incluir información sobre el contenido de grasas, azúcares o sal en la envoltura de los productos que ofrecen?

¿Conviene que el gobierno limite los horarios de transmisión de avisos publicitarios? ¿No es un asunto de competencia personal decidir lo que uno quiere comer, beber, fumar o untarse? ¿Será verdad que la gordura es tan sólo un síntoma de una crisis de fe personal que se resuelve siguiendo la dieta prescrita en la Biblia como proclaman ciertas iglesias protestantes?

La polémica sobre las causas, las consecuencias y los posibles remedios a la gordura se está dando por todo el orbe.

En California, por ejemplo, el recién reelecto gobernador Arnold Schwarzenegger ha dicho que el combate a la obesidad será una de sus prioridades en el 2007.

Por lo pronto, Schwarzenegger ya firmó 2 leyes emanadas de la legislatura mayoritariamente demócrata que imponen límites a la cantidad de grasas, azúcares y calorías en los productos alimenticios que se venden en las escuelas públicas de California, prohíben la venta de refrescos y promueven la venta de fruta fresca, leche descremada, nueces, verduras y leche fermentada.

Y California no está sola en el esfuerzo. Por lo menos en doce estados de la Unión Americana se han implementado acciones concretas semejantes.

Basados en un reporte de un Instituto Federal de Medicina que establece el vínculo entre la comida chatarra y la obesidad, las autoridades federales empiezan a buscar formas de controlar su consumo en las escuelas y examinan el mercadeo de sus productos para niños y jóvenes.

El Congreso le ha pedido a unas cincuenta compañías que manufacturan comidas y bebidas para niños y jóvenes, así como a los establecimientos que las venden, que preparen un reporte detallando cuánto dinero gastan promoviendo sus marcas y de qué manera lo hacen.

También las iglesias protestantes se han...

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