Frontera Invisible / Política de muros y barreras

AutorSergio Muñoz Bata

Tal es el caso, por ejemplo, de la reciente aprobación en el Congreso estadounidense de una ley que debe conducir a la construcción de un muro de mil 200 kilómetros de extensión, es decir, de una tercera parte de la frontera que comparte con México.

Lamentablemente, pocos en ese cuerpo legislativo se han percatado que la construcción del muro sería una afrenta insufrible para los mexicanos, que contradice la profundidad de la integración económica entre ambos países, acelerada por el Tratado de Libre Comercio de 1994, al tiempo que enfatiza su brutal separación política.

Hacia el interior de Estados Unidos, la ley es también desafortunada porque en vez de resolver el problema central del actual sistema migratorio lo agrava. Da un falso sentido de seguridad porque al ser parcial en la frontera sur e inexistente en la frontera norte y en los litorales, no blinda al país de un ataque terrorista. (Recordemos que quienes perpetraron los atentados del 11 de septiembre entraron al país con visas legales).

Tampoco incluye los necesarios elementos laborales y humanos que definen el fenómeno migratorio y desalienta la imprescindible cooperación con el vecino del sur.

Aceptemos que para ganar la batalla de la percepción, desde que se inició el debate migratorio en Estados Unidos se estableció que la necesidad de incluir algún tipo de reforzamiento fronterizo en los proyectos de ley que se contemplaban en el Congreso.

La amenaza terrorista y la presencia ilegal de millones de personas en el país demandan que las autoridades intenten retomar el control de las fronteras.

Pero, también desde un principio quedó claro que el complejo fenómeno de la migración exigía que se considerara su dimensión laboral. La extendida utilización de los inmigrantes como mano de obra barata para mantener su competitividad en ciertos sectores de la economía nacional demanda que la reforma integral del sistema migratorio incluya un programa de trabajadores huéspedes masivo; programas de inversión intensiva en las regiones expulsoras de mano de obra y, sobre todo, un plan racional para integrar a la sociedad a los 12 o 15 millones de indocumentados que por razones de logística, simple y sencillamente no pueden ser deportados a sus países de origen.

Desafortunadamente, los congresistas norteamericanos, temerosos de verse retratados por sus oponentes...

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