Frontera Invisible/ La batalla por la integración

AutorSergio Muñoz Bata

Si California fuera un país, su economía sería la quinta más grande en el mundo. Su producción de bienes y servicios, que ronda los mil 341 mil millones de dólares anuales, equivale, más o menos, al Producto Interno Bruto de Brasil, México y Argentina.

La economía californiana se distingue tanto por su diversidad como por su constante innovación y por el espíritu empresarial de quienes llegan a establecerse aquí provenientes de otros estados y otros países. Trátese de industrias tradicionales como la agricultura o de las nuevas industrias de la alta tecnología, es el ingenio de los habitantes de California el que multiplica los oasis en el desierto y explora espacios que hasta entonces parecían inimaginables.

El ingenio de los californianos, sin embargo, ha podido desarrollarse gracias al esmero con el que lo han cultivado las instituciones educativas del estado. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando la inmigración interna se desplaza hacia California, las autoridades estatales y federales lanzaron un ambicioso proyecto de construcción de la infraestructura por todo el estado que se traduce en la creación de universidades, caminos, presas, industrias y trabajos.

En el umbral del Siglo 21, el perfil demográfico del estado ha sufrido una enorme transformación que no ha venido acompañada de los debidos cambios necesarios a la infraestructura. Considere, por ejemplo, que en 1990, en el condado de Los Angeles casi el 41 por ciento de la población era de raza blanca no hispana y los latinos conformaban casi el 38 por ciento. Ese año, Asiáticos y negros representaban un 10 por ciento de la población cada uno. Para el año 2000 las cosas cambiaron: los latinos son ya el 46 por ciento de la población y los blancos se han reducido a un 31 por ciento. El porcentaje de negros ha bajado un punto y el de asiáticos ha subido dos. En las próximas tres décadas, la población del estado será notablemente parecida a las cifras actuales del condado.

California no ha respondido adecuadamente al reto que presenta esta nueva circunstancia. La nueva fuerza laboral encargada de mantener el sitio de privilegio que California ha tenido hasta ahora no ha sido debidamente preparada. Y si bien en el terreno político los latinos tienen mucho que celebrar, en la batalla por el bienestar económico se han quedado rezagados. Las necesidades concretas de la comunidad en temas vitales como el de la salud, la vivienda, la educación, siguen sufriendo enormes déficits.

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