Frida y Diego, una ruta de amor y arte

MÉXICO, D.F., junio 14 (EL UNIVERSAL).- La Casa Azul, fortaleza donde Frida Kahlo hizo travesuras de pequeña y escondió los dolores que le dejaron la polio y un accidente automovilístico, desde hace tres meses está unida al Anahuacalli, construcción que Diego Rivera diseñó para resguardar su colección de 59 mil piezas prehispánicas, aproximadamente y que después de 23 años se concluyera, aunque sus ojos ya no alcanzaran a verla. El responsable de enlazar, una vez más, a la pareja dos veces casada, es el Fridabús.

El recorrido consiste en visitar los dos museos en un sólo día (sábado o domingo) y por un sólo precio (100 pesos por persona). Se inicia por la vivienda de Frida ubicada en la calle Londres 247, en pleno corazón del barrio coyoacanense. Su fachada azul la delata.

El trinar constante de los pájaros acompaña el recorrido que inicia por el comedor, con su piso de madera de pino que la artista mandó a pintar de amarillo. Aún están los molcajetes que ella llenaba con salsa verde, la favorita de Diego. El espacio fue un centro de convivencia entre Frida y sus amigos: Carlos Pellicer, Salvador Novo, León Felipe, María Félix y Dolores del Río.

La habitación contigua que tiene salida al jardín, es la recámara de Diego, con su cama cubierta por una colcha blanca y varios cojines bordados de mil colores. Después está la cocina, uno de sus rincones favoritos de Frida. Ella se encargaba de supervisar la sazón del guajolote en mole para los banquetes especiales. El distribuidor es un descanso con autorretratos de sus padres y de su gran amor, Diego.

En el estudio está la silla de ruedas que muchas veces la paseó por toda la casa. Se convirtió en el espacio perfecto para colocar el caballete que le obsequió Nelson Rockefeller. También están sus pigmentos y pinceles que transferían sus penas y sufrimientos a los lienzos. De ese mundo de color cambiamos a su recámara.

Ahí está el espejo que la reflejó postrada los últimos años de su vida. También hay esferas de vidrio multicolores y juguetes de papel maché, como los judas. Su ropero tiene rastros de su vestimenta: trajes de tehuana, blusas bordadas de Chiapas y sus rebozos de seda y bolita.

La terraza y el estanque están decorados con caracoles marinos. El espejo de agua tiene ranas en el fondo; al verlas se acordaba de su Diego, elsapo-rana. Por último llegamos al jardín. Al fondo de éste hay una pirámide que Diego llamaba "Adoratorio Tláloc". Ahí acomodó sus piezas prehispánicas. Llegó a tener...

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