FRICASÉ / No al desarme

AutorEl Abogado del Pueblo

Tanto el Dr. Mireles como Hipólito Mora y Estanislao Beltrán, líderes de grupos de autodefensa en Tierra Caliente, Michoacán, han afirmado que no se desarmarán.

Desafían así, de una manera firme, pero a la vez carente de insolencia, la petición del Gobierno federal, que de acuerdo al pacto que firmaron el Secretario de Gobernación, Osorio Chong, y el Gobernador Vallejo, es ahora la entidad encargada de la seguridad en esa zona del País, sacudida por una violencia barbárica que alcanza a ciudadanos inocentes y hasta a comercios (incendiaron grupos delincuentes -no de autodefensa- una farmacia porque osó abrir) representando un gran reto al Gobierno del Presidente Peña Nieto.

Alegan ellos la necesidad de estar armados para "defender a sus familias", y de una manera implícita con su negativa al desarme demuestran escasa confianza en las fuerzas federales.

"Ni siquiera saben dónde están los malos", dijo un ciudadano en referencia al despliegue de fuerzas del Ejército.

La baraja de decisiones en Michoacán obviamente se ha reducido para el Gobierno, ya que ahora enfrenta una doble disyuntiva: combatir a las organizaciones delictivas, llámense como se llamen, y al mismo tiempo desarmar a los grupos de autodefensa, lo cual implica arriesgar un derrame de sangre ciudadana.

Por la otra parte, si no desarma a las milicias, estaría minando el imperio de la Ley, el respeto a la autoridad y fomentando la anarquía.

La decisión a tomar no parece ser fácil o accesible, hay escasa diferencia entre la situación michoacana y un polvorín: cualquier mal paso puede detonar un estallido.

Obvio es que prioritario debe ser restaurar la paz y el ORDEN, fortalecer a las instituciones policiacas locales reponiendo su funcionalidad y simultáneamente esfumar las razones que han dado paso al surgimiento de estos cuerpos paramilitares.

Al parecer, para encontrarle una salida a este dilema, funcionarios de Gobernación ofrecieron a los milicianos calificados darles nombramiento como policías.

La respuesta, parece ser, fue negativa: los milicianos no quieren ser policías, quieren proteger a sus familias.

Al parecer lo que se requiere aquí para combatir el origen de los males michoacanos atribuido a una organización denominada como "Caballeros Templarios" es una estrategia parecida a la que empleó Felipe IV, Rey de Francia en 1307, precisamente para someter a esa poderosa orden a la Corona.

Gobernantes amantes de la historia...

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