Freud en el Diván

AutorAntonio Bertrán

El amor por la aventura, para algunos, está detrás de la obsesión coleccionista de Sigmund Freud, mientras que otros sostienen que esta actividad que lo llevó a reunir más de 2 mil piezas de la antigüedad clásica fue una forma de sublimar su condición de emigrado y construirse una patria cultural donde él tenía el poder.

Quienes anteponen la ética a cualquier especulación afirman que es un "delirio" aventurar cualquier interpretación sobre los deseos que el padre del psicoanálisis buscaba satisfacer al adquirir -aun a costa de grandes sacrificios- dioses egipcios, esfinges y eros griegos o amuletos en forma de falo, ya que nunca escribió explícitamente sobre ellos.

Aunque no es fácil recostar hoy en su propio diván de analista al médico que nació en Friburgo, actual República Checa, el 6 de mayo de 1856 y murió en Londres el 23 de septiembre de 1939, algunos de sus seguidores contemporáneos corrieron el riesgo de hablar sobre la faceta de la que dará cuenta la exposición Sigmund Freud, coleccionista, la cual será inaugurada este miércoles en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

"En la Psicopatología de la vida cotidiana Freud habla del 'amor del coleccionista por la aventura', de ahí que para él coleccionar no era simplemente acumular antigüedades sino que se relacionaba con enfrentar riesgos e ir a la búsqueda de tesoros escondidos", advierte Michael Molnar, director de investigación del Museo Freud de Londres, el cual se localiza en la casa que habitó el médico de origen judío tras dejar Viena en 1933 debido a la presión nazi.

En un nivel más mundano, agrega el especialista, es posible comparar esta atracción por la aventura con el gusto que experimentaba al buscar hongos en los bosques austriacos. "Este aspecto del coleccionismo nos muestra que Freud siempre fue joven de corazón".

Aunque Molnar explica que el autor de La interpretación de los sueños (1900) no se adentró a estudiar sistemáticamente las razones psicológicas detrás del coleccionismo porque lo consideraba un placer y no una neurosis, José Cueli afirma que los objetos le servían para hacer una introspección personal al final de la cual estaba el desamparo y el dolor.

Quien fue presidente de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría destaca la ausencia de piezas hebreas en la colección y asegura que las estatuillas le sirvieron al investigador para buscar los orígenes en esa región interna del individuo "que se nos escapa de las manos" (inconsciente).

"No estoy tan...

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