El Estado frente al terrorismo.

AutorRosas, Ma. Cristina

de Hugo Frühling E. (ed.)

El estudio del terrorismo reviste un renovado interés a raíz de los dramáticos ataques perpetrados contra Estados Unidos el pasado 11 de septiembre. El tema, si bien figuraba en la llamada nueva agenda de prioridades en materia de seguridad internacional para la posguerra fría, no había recibido de todas maneras tanta atención respecto, por ejemplo, a la lucha contra el tráfico de los estupefacientes. Hoy en día, sin embargo, el terrorismo se perfila como la principal amenaza a la seguridad internacional en la posguerra fría, elevándola al nivel de prioridad que se le otorgó al socialismo soviético en la Guerra Fría.

Varias similitudes pueden encontrarse en la atención que los países empiezan a prodigarle al terrorismo en fechas recientes y a la amenaza comunista en los tiempos de la confrontación Este-Oeste. Así, durante la Guerra Fría, la amenaza comunista era susceptible de ser ubicada en todas partes. Si bien se consideraba que la Unión Soviética, "el imperio del mal" (como solía caracterizarla el presidente estadunidense Ronald Reagan) era vista como su principal patrocinadora, el mundo parecía como su ámbito de acción. Nociones como la "suma cero" sugerían que aquellos territorios en los que Washington no asegurara determinadas alianzas, se convertirían, de manera automática, en zonas de influencia de la URSS. Así, la premisa de "quienes no están conmigo están contra mí", pululaba en el ambiente. De igual forma, en la Guerra Fría prevaleció un ambiente de lo que los especialistas denominan terrorismo psicológico, alimentado, en buena medida, por la existencia de armas nucleares de destrucción masiva en posesión, sobre todo, de Washington y Moscú. A este particular tipo de terrorismo psicológico se le denomina disuasión.

Los dramáticos eventos del 11 de septiembre posibilitan la configuración de un escenario internacional muy parecido al de la Guerra Fría. El enemigo, por ejemplo, si bien tiende a identificarse en la persona de Osama Bin Laden, se reconoce que se encuentra en todas partes. El terrorismo además, es considerado un ilícito, por lo que se trata de una actividad en tomo a la cual se pueden gestionar alianzas sobre la base de que, como lo externara el presidente George W. Bush: "quienes no están conmigo [en la cruzada para combatir el terrorismo] están contra mí".

La política contraterrorista de Estados Unidos (y que en los hechos no es muy distinta de la que puede encontrarse en las legislaciones de otros países) se basa en cuatro premisas, a saber: 1) Estados Unidos no negocia con terroristas; 2) los terroristas deben ser puestos a disposición de las autoridades para ser procesados por los delitos que cometieron; 3) los países que patrocinan o albergan terroristas deben ser presionados para modificar esa situación; y 4) Estados Unidos deberá cooperar con los países que combatan al terrorismo.

Lo anterior tiene importantes implicaciones estratégicas, dado que genera un ambiente en el que se justifica un presupuesto para la defensa abultado, así como la reactivación de las coaliciones y las alianzas militares. Asimismo, las alianzas que Washington podría instrumentar o fortalecer le permiten repartir los costos, tanto materiales (para financiar las operaciones) como en términos de las represalias potenciales (es decir, si Estados Unidos fuera el único país involucrado en ataques contra Afganistán, no sólo pondría en riesgo su liderazgo y legitimidad, sino que se convertiría en el principal--y tal vez único--blanco de ataques y represalias, en tanto que a través de una coalición convierte a los aliados en blancos potenciales de ataque y reparte, por así decirlo, el espectro de la violencia).

Por último, el terrorismo psicológico nuevamente hace acto de presencia, por la vulnerabilidad que Estados Unidos proyectó al mundo al ser victimado de manera tan contundente el 11 de septiembre, pero también porque, ante la respuesta estadunidense, el escenario de las represalias contempla instrumentos no convencionales, como la guerra química y la biológica (dado que quienes recurren al uso del terror con fines políticos reposan en el factor sorpresa el daño que pueden provocar, y por lo mismo, el que repitan ataques empleando aviones comerciales que se impactarían contra edificios carece, en estos momentos, de capacidad de...

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