Frente al rey de los mares

AutorEsther González Jacques

HOLBOX, QR.- La pequeña embarcación que transporta a quienes nadarán con tiburones ballena abandona la isla a las 8:00 horas y se interna 40 minutos mar adentro.

De pronto, el motor se detiene, cuando ya sólo el océano rodea al navío y se alcanzan a ver kilómetros de agua salada en el horizonte. Es el momento de buscar, lenta y silenciosamente, al pez más grande del mundo: 15 metros presume medir el más pequeño.

"¡Allá se ve algo!", grita uno de los turistas, mientras el corazón de sus siete compañeros suelta una descarga de adrenalina, poniéndolos de pie en un brinco y afinando la vista a la distancia.

"¡Ash, son pelícanos Salvador!", contestan sus compañeros.

Y es que por la zona se encuentran algunas de estas aves descansando sobre el mar. Además, unos cuantos delfines asoman su aleta mientras pasan junto a la lancha.

La embarcación sigue su ruta, casi empujada por la corriente, y entonces el guía grita: "Pónganse listos los dos primeros que se lanzarán al agua: ¡allá hay un tiburón ballena!".

Los tripulantes corren a la proa y no lo pueden creer: ante ellos aparece un enorme cuerpo negro con manchitas blancas que flota estático, y la piel de los espectadores se enchina.

A 5 metros del tiburón ballena, Silvia y Claudio ya tienen puestas aletas, visor y esnórquel. Están sentados en la orilla del barco.

"Bótense", grita el guía. El salto no es inmediato: hay un poco de temor por entrar al reino marino, y la presencia de este pez es imponente.

Finalmente se lanzan al agua, y el mar es de un verde oscuro con poca visibilidad.

De pronto, saliendo de esa neblina, aparece, en su hábitat natural, el tiburón ballena, tranquilo, descansando en la superficie. Permite ser observado por algunos segundos al tiempo que avienta una ráfaga de agua caliente con las branquias y se retira.

Sus movimientos parecen lentos y pesados, pero con un aletazo avanza demasiados metros, hasta que vuelve a desaparecer de la vista de los observadores.

Es entonces cuando uno saca la cabeza del agua en busca del navío y con una gran sonrisa dibujada en el rostro. "¡Está increíble!", es la mínima exclamación que hacen.

Después, hay que trasladar la embarcación para buscar a otro de los tiburones ballena que rondan por la zona.

"Viene uno hacia nosotros", vuelve a gritar el guía.

Esta vez son Myriam y Baruch quienes se lanzan al mar, y tienen la gran fortuna de toparse con un tiburón ballena de frente y ven el momento justo en el que este abre la...

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