Francisco Javier González / Cielito lindo

AutorFrancisco Javier González

Como el nombre de Nery Castillo fue coreado por varios miles de gargantas en el Azteca, podría pensarse que el delantero del Tricolor ha ganado con tal amplitud su duelo contra la prensa, que cualquier opinión contraria debe ser sancionada como sacrilegio.

En medio de una fiesta en la que el himno nacional no necesitó de música ni acompañamiento, en la que Costa Rica se insinuó sólo a ratos y en la que los festejos del Tri volvieron a mandar los decibeles a las nubes, costará trabajo llamar la atención sobre ciertos puntos a corregir.

Uno de ellos consiste en que esta Selección difícilmente se soltará el pelo. Su esquema es tan mecánico, tan cuadrado, que la partitura se alterará sólo en momentos de gran emergencia. Si aún con el 2-0 no ingresó al campo gente con explosión como el propio Nery, Alberto Medina u Omar Arellano que cristalizaran lo que ya había trabajado el resto del equipo durante una hora, será difícil verlos en algún otro momento para terminar de pasarle por encima a un adversario vencido.

Sven no se dio el gusto ni se lo dio a la gente. Cierto es que su trabajo debe desembocar en resultados, pero no está de más darle un dulce a la tribuna y a su propia gente de banca cuando la oportunidad se pinta.

Otro punto es el de Nery. Ningún jugador se consagra en los periódicos antes que en la cancha, y las conductas del veloz delantero no se justifican por los gritos que lo exigían en el terreno.

Castillo, bravucón como lo volvió a demostrar al final de partido con un par de monosílabos cargados de venganza, debe saber que lo que suma es darse en la cancha y ayudar a...

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