¿Fondos metropolitanos para reconocer o para funcionar?
Autor | Felipe de Alba Murrieta, Juana Martin Cerón |
Páginas | 19-22 |
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eporte CESOP • N
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mero 128 • Octubre de 201
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¿Fondos Metropolitanos para reconocer o para funcionar?
Felipe de Alba Murrieta*
Juana Martín Cerón**
La vida metropolitana en México
tiene aún muchos pendientes,
activos, urgentes. En diferentes traba-
jos se señala la necesidad de estruc-
turar procesos, de dotar de recursos,
sobre todo de defi nir aquello que
se ha vuelto una urgencia nacional:
la regulación, el fi nanciamiento, o la
coexistencia de gobiernos en las zo-
nas metropolitanas.
La concentración de población
en territorios extensos fue el pri-
mer indicio del nacimiento de las
ciudades. Más tarde las metrópolis
son su expansión desordenada —
característica esencial del fenóme-
no metropolitano en México—,
que implica un rebasamiento de
límites jurisdiccionales, municipa-
les o estatales, pero también insufi-
ciencias de habitabilidad; es decir,
localización en terrenos de riesgo,
construcciones precarias o cons-
tante insuficiencia de infraestruc-
tura de servicios básicos.
No obstante, la formación
de zonas metropolitanas —y en
algu nos casos de verdaderas me-
galópolis, como la Región Cen-
tro (MRC)— podría definirse por
otras variables más allá de sólo
medir su tamaño poblacional o
de constatar su extensión terri-
torial. Las metrópolis destacan
sobre todo por otros dos proce-
sos complejos: las interrelaciones
y la interconectividad. Primero,
las metrópolis se definen como
tales, aunque sus asentamientos
no tengan continuidad, porque
se interconectan a través de su
infraestructura (por ejemplo, las
autopistas). A partir de ciertas in-
fraestructuras, dos o más centros
urbanos desarrollan procesos co-
munes: por viajes a la escuela, por
movilidad de trabajadores, por el
transporte de mercancías, o por
el desplazamiento de comunida-
des, ya sea por movilidad social
o por destrucción de ecosistemas
locales, etcétera. Dicha interco-
nexión física o virtual genera in-
tercambios que le dan energía a
su vida cotidiana.
Segundo, las metrópolis se ex-
presan como interrelaciones en dos
tipos de procesos: los procesos sec-
toriales (como el comercio regional)
o los procesos en serie (como el
consumo de recursos naturales que
se identifica por “lugares” que co-
nectan ciudades). En el ejemplo de
un sistema hídrico, por el transvase
y áreas de aprovisionamiento o por
la localización de grandes cisternas
de almacenamiento y distribución,
o por la ubicación de plantas de tra-
tamiento de residuos en áreas leja-
nas a los centros urbanos de origen,
etcétera.
Igualmente pueden señalarse
las interrelaciones tecnológicas, que
construyen redes de significación
que funcionan sin importar la dis-
tancia entre lugares ni el tiempo en
el que se realizan los intercambios.
En este último caso, la metrópolis
es sólo un territorio de ubicación
de miles de dispositivos móviles,
porque los intercambios e interre-
laciones tienen lugar en el espa-
cio virtual. En general, las zonas
metropolitanas pueden ser vistas
como un conjunto de procesos,
de interacciones e interconexio-
nes. Con este principio teórico, el
“sentido práctico” del territorio
(es decir, la ubicación y las cone-
xiones entre sus asentamientos hu-
manos) o el “sentido virtual” de su
población (es decir, la vida común
más allá de la cercanía), hacen de
una metrópolis algo mucho más
que sólo una población reunida en
un espacio fijo; en contraste con
el municipio, por ejemplo, que ha
* Doctor en planeación urbana por la
Universidad de Montreal (Canadá) y es-
tancia de investigación de dos años en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts
(EE.UU). Líneas de investigación: recursos
naturales, desastres y estrés hídrico. Co-
rreo electrónico: fdealbam@me.com
** Licenciada en Estudios Socioterritoria-
les por la Universidad Autó noma Metro-
politana (UAM). Correo electrónico: juana-
martince@ gmail.com
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