Gustavo Fondevila / Discotecas y procedimientos policiales

AutorGustavo Fondevila

News Divine no fue un hecho aislado. Es un caso extremo de lo que vemos todos los días con nuestras policías: abusos, maltratos, uso indebido de la fuerza, impericia y desidia. El horror de las 12 personas que murieron en una discoteca es por culpa de un procedimiento policial. El recuerdo de Atenco todavía está muy fresco para pensar que es un accidente. La pregunta central de este problema no es si un operativo como el efectuado es el mejor procedimiento posible para combatir el narcomenudeo o el consumo de alcohol. Aquí el problema es el indebido uso de la fuerza.

¿Y por qué es indebido? Porque el uso de la fuerza debe estar sistematizado y controlado para prevenir este tipo de desastres. La aplicación de la ley y el mantenimiento del orden público son posibles porque la policía puede apelar como último recurso a la fuerza física. Pero debe haber límites y controles. Y este es precisamente el gran problema de nuestro país. En México no hay protocolos de uso de la fuerza, no hay manuales, ni reglamentos y casi no hay ninguna ley que reglamente el uso de la fuerza por parte de policías. Solamente el Distrito Federal tiene una ley general sancionada en abril que, como vemos, no se ha cumplido.

Esta falta absoluta de procesos estandarizados de uso de la fuerza provoca que la policía se mueva según sus saberes y costumbres, sus corazonadas e intuiciones. Y las consecuencias son 12 jóvenes muertos en una tarde que debió ser de fiesta y alegría. Pero no es un hecho aislado, ni un accidente. Si nos fijamos en otra función policial donde habitualmente se debe usar la fuerza, es decir, las detenciones, podemos rápidamente constatar que la falta de esos estándares de regulación de procedimientos es gravísima para la policía, para la ciudadanía y, por supuesto, para el Estado de derecho que México quiere ser.

Según la encuesta de victimización del PESED-CIDE, el 82% de las personas que reportaron haber presenciado por lo menos una detención en el año 2007 afirmaron que no habían visto que le mencionaran sus derechos o le explicaran los motivos de la detención a quien llevaron preso. En pocos lugares del mundo sucede algo así. Esto es sencillamente aberrante. No explicarle a una persona por qué es detenida o no decirle qué derechos tiene durante su detención es asimilar a la policía a un grupo de prepotentes y a las autoridades a una dictadura. Ningún Estado de derecho del mundo que se precie de tal viola tan sistemáticamente estos principios mínimos...

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