Del fogón al salón

AutorCarlos Borboa

¿Cocinero o artista plástico? Fue la pregunta que debió responder Bruno Ruffini al cumplir 13 años. Hoy es una de las estrellas más promisorias de la educación gastronómica italiana.

"Mis grandes pasiones siempre fueron cocina y arte, particularmente la pintura. En Italia, para dedicarte a cualquiera de ellas, debes decidir a temprana edad.

"¿Por qué elegí cocina? No lo sé. La mía no es una historia de juegos del destino sino de suerte, al caer en la profesión indicada al primer intento", detalla el chef de la Scuola Internazionale di Cucina Italiana ALMA.

Integrante de una familia de granjeros de la región montañosa de Emilia Romaña, Ruffini creció rodeado de los aromas y sabores tradicionales de la cocina del norte de Italia. Preparar tortellini -pasta fresca rellena- y rallar parmesano fueron sus obligaciones desde los 10 años de edad.

"El primer día de clases me dí cuenta de que estaba perdido, comprendí que mi gusto por la gastronomía y el placer de cocinar no me harían un profesional.

"La presión y la disciplina que vivía en cocina era durísima", recuerda Ruffini, quien visitó la Ciudad para impartir una serie de demostraciones en CESSA Universidad.

Convencido de que con un poco de estudio y práctica podría hacerse de un nombre, Ruffini continuó su aprendizaje. Un par de años bastarían para que el italiano confirmara que la cocina no fue una casualidad.

"Al llegar a los 20 (años) salí de Italia con el único objetivo de viajar y trabajar, tenía ganas de conocer la mayor cantidad de culturas y gastronomías", cuenta.

Suiza, Bélgica y Reino Unido serían paradas obligatorias. Sin embargo, el sueño de tener un local lo llevaría de regreso a su tierra natal.

"Decidí asociarme con mis padres y montar un restaurante. Fue el peor error de mi vida, en menos de tres años tuvimos que cerrar perdiendo la inversión. Entendí que existe una enorme diferencia entre ser un buen cocinero y un restaurantero exitoso", confiesa el académico.

Recién casado y sin dinero, Ruffini no tuvo mayor alternativa que aceptar un trabajo como cocinero de una plataforma petrolera en Kamchatka, Rusia. Lamentablemente, la amenaza de su esposa de abandonarlo si no regresaba lo haría aceptar, casi forzosamente, un puesto en la escuela fundada por el reconocido chef italiano Gualtiero Marchesi.

"Al llegar a ALMA tuve que aprender a lidiar con la parte humana, entender que mi labor era ser un...

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