A flor de piel

AutorLupita Aguilar

El empresario Rogelio Hans es poseedor de un profundo orgullo. Su padre fue peletero y él heredó el amor por las pieles, ese material precioso que logra abrigar al ser humano del poder del viento, que en climas helados traspasa cualquier textura, llámese hilo natural o fibra sintética.

Desde el inicio de todas las eras, cuenta Hans, los hombres vistieron trajes confeccionados con una piel de animal. Reyes y reinas lucieron, según la historia de la indumentaria, abrigos que iban de la piel de venado a las cembellinas rusas.

Es así que este peletero y también contador afirma que, desde tiempos remotos, los animales formaron parte del guardarropa de todas las clases sociales.

En su moderna tienda en Masaryk, Hans es feliz trabajando chinchillas, astracanes, conejitos Rex, zorros, pieles rasuradas y sacos de piel que pueden doblarse en una mano y pesan sólo 500 gramos.

Además de un mundo de accesorios, como bufandas, chalinas, bolsitos de noche y hasta cojines en forma de corazón, que sirven como punto de apoyo a las clientas, que ni se imaginan que esta lujosa tienda proporciona sustento a 40 jefes de familias mexicanas.

Tampoco saben que, a nivel mundial, 200 millones de personas, entre los que venden hilos, broches, agujas y cierres para esta especialidad, trabajan en esta industria, cuestionada por a grupaciones que hablan en favor de los derechos de los animales.

Organizaciones muy respetables, comenta el empresario acerca de estos grupos que acostumbran acudir con la cara teñida de rojo...

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