El flâneur y el mestizo latinoamericano como paradigmas de sujetidad barroca.

AutorAlcarás, Edwin

[The Flâneur and the Latin American Mestizo as Baroque Sujetity Paradigms]

  1. Echeverría lector de Benjamin

    Contra la primera impresión que suscita un vistazo al conjunto de las obras de Bolívar Echeverría y de Walter Benjamin, el núcleo del interés del filósofo latinoamericano por el autor de El origen del drama barroco alemán (Trauerspiel) no se produjo a partir de la noción de barroco, ni de su categoría principal, la alegoría. Llama la atención que Echeverría (conocido en el mundo por sus trabajos sobre el barroco como clave "heurística" de la modernidad latinoamericana) no se refiera--y ni siquiera cite--el largo ensayo en el que Benjamin interpretó el barroco como un modo alternativo de concebir la modernidad capitalista, como sugiere Chiampi 2000 (pp. 90 y ss.).

    Según la cronología de sus trabajos publicados, parece ser que Echeverría no empieza a escribir sobre Benjamin sino hasta los primeros años de la década de los noventa, cuando trabajaba la relación entre modernidad y barroco. En 1991 participó en un proyecto de investigación titulado "El mestizaje cultural y la cultura barroca en América Latina" y, entre ese año y el siguiente, dirigió el proyecto "Modernidad europea, mestizaje cultural y ethos barroco", ambos en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), donde era profesor titular.

    Los ensayos del primer libro de Echeverría, El discurso crítico de Marx (1986), se redactaron entre 1974 y 1980. En la nota introductoria, el autor reconoce su deuda con la tradición de los "marxismos marginales" que han permanecido fieles al espíritu revolucionario primigenio de Marx. Curiosamente, no se menciona a Benjamin, aunque en 1971 Echeverría había traducido el texto El autor como productor para la revista mexicana Siempre!

    Entre 1981 y 1982 Echeverría impartió un curso famoso en la unam sobre El Capital de Karl Marx, que mucho más tarde reelaboró y publicó bajo el título de Definición de la cultura (2001). No aparece allí ninguna referencia a Benjamin. Poco tiempo después, en el ensayo "La 'forma natural' de la reproducción social" (1984), Echeverría menciona de manera breve e indirecta una idea Benjamin acerca del lenguaje: "La insistencia actual en la idea de que el significar humano no es sólo comunicación/interpretación de mensajes, sino siempre historia de sí mismo, proviene, formulada en términos místicos, de W. Benjamin".

    En el periodo entre 1991 y 1992 aparecieron, como resultado del proyecto "Modernidad europea, mestizaje cultural y ethos barroco", los libros Conversaciones sobre lo barroco (1993) y Las ilusiones de la modernidad (1995), en cuyo capítulo cuarto, "La identidad evanescente", el autor amplía también de forma breve la misma idea de Benjamin sobre la historicidad del lenguaje. Dice Echeverría:

    En el ensayo de Walter Benjamin Sobre el lenguaje en general y el lenguaje humano domina una idea que ha demostrado ser central en la historia del pensamiento del siglo XX y sin la cual la aproximación social y semiótica al problema de la identidad quedaría incompleta: en el caso del ser humano, éste no sólo habla con la lengua, se sirve de ella como instrumento, sino, sobre todo, habla en la lengua. (Echeverría 1997 [1995], p. 60)

    En 1994 aparecen, casi de modo simultáneo, varios trabajos que presentan el núcleo de lo que, según Oliva Mendoza 2013, constituyen las dos preocupaciones fundamentales del proyecto filosófico de Echeverría, a saber, la reconceptualización de la utopía como horizonte político y la exploración del barroco como un experimento histórico de modernidad alternativa. Según Oliva Mendoza:

    Por una parte [Echeverría] encuentra, especialmente en Benjamin, una reformulación del problema de la utopía revolucionaria que se deduce de la teoría de Lukács, a través del problema de la teología y el mesianismo; por la otra, estudia modos civilizatorios matrices que subsisten dentro de la modernidad capitalista; de estos modos, se interesa especialmente por la configuración barroca dentro del capitalismo. (Oliva Mendoza 2013, p. 178)

    En efecto, durante estos años se percibe un empeño del filósofo por repensar el concepto de revolución y sus fundamentos teóricos con el fin de trascender el llamado socialismo real, cuyo colapso se anunciaba como el fin de la historia. Por otro lado, Echeverría también trabajaba en una interpretación filosófico-histórica de un posible proyecto--fallido, como él mismo reconoce--sobre una modernidad alternativa, distinta a la efectivamente impuesta; es decir, de una modernidad sudeuropea, católica y barroca. Pueden mencionarse dos trabajos a modo de ejemplo de esta incipiente condición doble de la reflexión echeverriana: el ensayo "El ethos barroco" (1996), que apareció en el volumen colectivo Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco, y la conferencia "Benjamin, mesianismo y utopía", pronunciada en septiembre de ese mismo año en el seminario "Los intelectuales y los dilemas políticos del siglo XX", que más tarde se publicó como capítulo del libro Valor de uso y utopía (1998).

    Si se tiene en cuenta el libro Conversaciones sobre lo barroco, publicado un año antes de estos trabajos (y que consiste en una transcripción de las conversaciones que el autor sostuvo con el profesor alemán Horst Kurnitzky y algunos de sus colegas y estudiantes de la unam), se podría pensar que la preocupación por el barroco del profesor Echeverría es anterior a sus trabajos sobre Benjamin, un aspecto que me interesará resaltar más adelante.

    En los años siguientes, entre 1994 y 1997, Echeverría coordinó el proyecto de investigación "El concepto de cultura política y la vida política en América Latina", cuyos resultados se recogieron en dos libros publicados en 1998, a saber, Valor de uso y utopía y La modernidad de lo barroco. En el primero se incluye el ensayo "Deambular: el flâneur y el 'valor de uso' ", en el que Echeverría recupera la conexión entre esa figura benjaminiana y las posibilidades de resistencia frente al impulso homogeneizador de la modernidad. Resulta curioso que, ni en ese trabajo ni en "Benjamin: mesianismo y utopía", publicado por primera vez en forma de texto, Echeverría examine la noción de "alegoría", fundamental para entender el fundamento "ontológico" de la flânerie y que se relaciona de manera profunda con el concepto benjaminiano de barroco. El profesor ecuatoriano pasa muy por encima del sentido alegórico del flâneur y ni siquiera nombra la relación entre éste y el Trauerspiel o drama barroco alemán. Por otro lado, en sus trabajos específicamente dedicados al barroco, Echeverría nunca se refiere a la constitución alegórica de un "sujeto barroco" que Benjamin sugirió para describir una suerte de estrategia de supervivencia frente a la subsunción del valor de uso por el valor abstracto de la mercancía.

    1.1. El lugar de Benjamin en la obra de Echeverría

    Echeverría leyó con intensidad a Benjamin por más de más de tres décadas. Varias fuentes (Sigüenza 2011; Sánchez Prado 2010) suponen que habría entrado en contacto con el pensamiento del alemán durante sus estudios en la Universidad Libre de Berlín (1965-1967), en los seminarios de Jacob Taubes y Peter Szondi. Desde entonces y hasta el final de su vida, nunca dejó de sentir interés por la obra de Benjamin. De hecho, el último curso que ofreció en la unam en 2010 se enfocó en la relación entre Benjamin y las vanguardias artísticas de principios del siglo XX.

    La primera intervención en el debate público en la que Echeverría se ocupa de Benjamin ("Benjamin: mesianismo y utopía", 1998) busca rearticular el "gesto" mesiánico de Benjamin en el marco de la crisis de los lenguajes políticos de fines del siglo XX a través de una lectura original del volumen póstumo Tesis sobre la historia. Resulta muy extraño que, aunque Echeverría conocía bien la obra de Benjamin, no sólo nunca trabaja, sino que ni siquiera considera la categoría de Trauerspiel, lo cual podría haber sido "natural" si se tiene en cuenta que en esos años Echeverría desarrollaba justo su teoría sobre el barroco. Dado el amplio conocimiento que tenía sobre la obra de Benjamin y el interés filosófico que mostraba en los conceptos asociados al barroquismo como clave hermenéutica de la realidad latinoamericana, parecería bastante improbable que no hubiera conocido los conceptos de alegoría y barroco que Benjamin trabaja en forma minuciosa en varios capítulos de El origen del Trauerspiel. Lo que Echeverría recupera de Benjamin son las categorías de "mesianismo" y "teología" que aparecen mucho más en el pensamiento del autor alemán, en la década de los treinta.

    En opinión de Sánchez Prado 2010, la relación entre Echeverría y Benjamin se enmarca en el gran propósito filosófico del profesor ecuatoriano de buscar una "nueva ontología política" para hacer frente al vaciamiento de sentido de las prácticas políticas hacia fines del siglo XX que, según Sánchez Prado, se debía al desgaste del marco "ontológico" de la esfera política tradicional y de sus experimentos históricos:

    Por lo tanto, para adoptar la dimensión social-natural de la política que, en opinión de Echeverría, está borrada por el privilegio del valor, se necesita una nueva ontología política, una que sea capaz de mover lo político más allá del horizonte del capital sin abandonar plenamente los legados críticos del pasado. Las Tesis de Benjamin cumplen bien esta función porque, como veremos en un momento, su extemporaneidad les permite despertar (o rescatar, para ser más precisos) elementos latentes de la historia social-natural e inscribirlos en una nueva ontología política. (Sánchez Prado 2010, p. 47; a menos que se indique lo contrario, las traducciones son mías)

    Para Sánchez Prado, la tarea de buscar o imaginar esta nueva ontología englobaría tanto la reflexión sobre la utopía revolucionaria (relacionada con el mesianismo) como la caracterización filosófica del barroco, pues ambas tratan de recuperar una dimensión política, práctica y transformadora para la modernidad...

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