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En flagrancia / Los negocios de Barrientos

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AutorGustavo Fondevila

El lunes de la semana pasada, fuerzas de acción y reacción (FAR) de la policía estatal (300 elementos) intervinieron la cárcel de Barrientos en el Estado de México para terminar el motín que había estallado poco antes.

La revuelta se produjo cuando las autoridades intentaron inspeccionar el penal debido a la fuga de un preso. Casi de inmediato, un grupo de reclusos se apoderó de los puntos centrales de la prisión tomando rehenes (custodios), incendiando colchones y destrozando el mobiliario.

Algunos familiares de los reclusos se reunieron fuera de la cárcel para pedir apoyo y protección de los internos pero fueron dispersados por un retén de granaderos. Cuando todo terminó, se contabilizaron 17 heridos (10 internos y 7 policías). También se descubrió que se habían fugado otros tres presos lo que originó la movilización de la Comisión Estatal de Seguridad Ciudadana (CESC) y de fuerzas federales para localizarlos.

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En el mundo, los motines se declaran habitualmente por tres motivos: 1) condiciones carcelarias (mala comida, ropa, camas), 2) reclamos por una injusticia percibida (decomisos, prohibiciones, castigos) o 3) cambios en las rutinas internas (horarios, visitas íntimas, ingreso de familiares).

En resumen, son formas -a veces muy violentas- de protestar por algo. En México, es todo lo contrario. Los motines se hacen para ocultar fugas (de muchos presos) o para evitar que la policía entre a la prisión (Barrientos). Y esto sucede porque las malas condiciones, hacinamiento, falta de medicinas, papel, jabón, etc. se han convertido en mercados cerrados con bienes exclusivos que dejan márgenes de ganancia absurdos a los que logran participar: a) familiares, amigos, socios y custodios que ingresan esos bienes -o dejan que entren- a los penales y b) aquellos reclusos/as que controlan por la fuerza los puntos de venta y distribución.

Aunque absolutamente todo puede ser negociado al...

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