Un final trágico

AutorAlejandra Benítez

El día que el León le mintió y lo obligó a dejar de jugar, Édgar García de Dios llegó a su barrio y lloró toda la noche en el parque acompañado de su esposa. Se negaba a creer que sus sueños como profesional se diluyeran.

El club del Bajío le pormetió un millón de pesos por el pase y un sueldo de 100 mil pesos mensuales, pero unas horas antes del cierre de registros, le salieron con que no tenían dinero y que lo más que le ofrecían eran 5 o 6 mil pesos al mes. García de Dios se negó, pero ya no tuvo tiempo de fichar por otro equipo.

Con el sorpresivo paró laboral, el entorno familiar se tensó, pues su padre era alcohólico y le llovieron los reproches porque él sostenía su casa y a sus hermanos menores.

"Cuando uno no tiene y llega a tener, loco se quiere volver'. Me acabo de encontrar un recibo de cuando Édgar militaba en el Toluca y ganaba 75 mil pesos a la quincena. Hubo un año que acumuló hasta un millón de pesos en primas. No sé dónde quedó tanto dinero, me faltó fuerza para frenarlo, pero yo no me portaba bien", reconoce entre lágrimas su padre, Arturo García.

"Toluca quiso comprar su carta en un millón de dólares, pero un futbolista amigo nos dijo que esperáramos para que fueran varios millones. Entonces pensamos en disfrutar lo que ganaba y con lo de la carta se iba a ahorrar y a invertir, pero eso nunca llegó".

Al dejar el futbol, Édgar comenzó a beber y a comer en exceso.

Para entonces su esposa le anunció la llegada de su primer hijo. Con esa motivación, se sometió a una liposucción porque a los 29 años ya pesaba 110 kilos. Aunque bajó cerca de 30, no pudo regresar al futbol y 8 meses después su mujer perdió al bebé.

A pesar de su obesidad, García de Dios tocaba el balón como un virtuoso y constantemente lo llamaban a la "Talacha" para jugar en equipos de la Central de Abastos, Zacatlán, donde le daban desde 500...

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