Fin de Semana

AutorHugo Corzo

Ixtapatongo, Estado de México

En la comunidad de Ixtapatongo, por el camino conocido como Barranca del Diablo, una pendiente escarpada conduce a una vereda enyerbada que lleva a un mural de piedra con pinturas que posiblemente tienen mil años de antigüedad.

Estas misteriosas imágenes del sur del Estado de México son ejemplares en América y únicas en México, porque parecen simbolizar un códice plasmado en piedra y porque a pesar de estar en la intemperie sus colores han resistido las inclemencias del tiempo.

Las pinturas, que se ubican sobre la presa de El Tingambato, en el Municipio de Santo Tomás de los Plátanos, corresponden, según se ha identificado, al periodo posclásico (900 al 1250 d. C.) y son de origen mexica.

Aunque no han sido estudiadas a fondo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) presume que representan una batalla entre los mexicas y los tarascos, pues en esta región se encuentra la zona limítrofe entre los territorios dominados por esas culturas.

Muestran también una representación de Tlahuizcalpantecuhtli, una de las advocaciones de Quetzalcóatl que simboliza a Venus; del Sol; de un caracol cortado; un sacrificio y un danzante denominado "El Venado de Dos Cabezas".

Las piezas son parte de una ruta turística sin mayor difusión que la que le hace Juan José Avila, habitante de Santo Tomás.

Para llegar a las enormes piedras lisas que ostentan las pinturas, lo más conveniente es ir a Santo Tomás y preguntar por Juan José, quien eventualmente organiza recorridos con turistas.

Eso sí, nada de visitas guiadas o estacionamiento; el camino es seguro, pero hay que caminar de 20 a 30 minutos para llegar.

El primer tramo sí puede hacerse en automóvil, es un camino empedrado de bajada; pero se recomienda llevar botas y ropa cómoda, pues después hay que caminar por una vereda en donde crecen flores del paraíso y milpas.

Luego se llega a un camino estrecho con un enmallado que evita el riesgo de resbalar por la pendiente de 150 metros sobre el nacimiento de aguas sulfurosas de la presa El Tingambato.

En seguida hay una escalera de caracol por la que se puede subir hasta las pinturas más recientes, que muestran escenas de rituales y batallas que, sin embargo, no son muy visibles por el estado de abandono en que se encuentran.

Se trata de una ruta poco explorada, poco habilitada y en la que, a los ojos del desatento, podría haber sólo colores desvanecidos sobre la roca.

Pero el esfuerzo por llegar es un tributo que se paga...

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