Un sueño filosóficamente snob

AutorErnesto Diezmartínez

"...A las sombras, los sueños y las formas que destejen y tejen esta vida".

Borges, por supuesto.

Extraño el camino que ha seguido en nuestro país Despertando a la Vida (Waking Life, 2001), el sexto largometraje de Richard Linklater: se exhibió en una función especial en la 17 Muestra de Cine Mexicano del año pasado aquí en Guadalajara, se estrenó comercialmente en abril de 2002 en el de-efe, está disponible en formato casero desde hace unas semanas en cualquier Blockbuster y, después de tantas vueltas, ha llegado a las salas de cine tapatías, ya cuando cualquiera que la querido ver, la ha podido rentar en VHS o DVD.

La estructura de Despertando a la Vida se asemeja a la de las muñecas rusas: un muchacho sueña y se despierta, para luego darse cuenta que no se ha despertado aún y que sigue soñando. De nuevo se despierta: parece todo normal, pero no es así. Por supuesto, sigue dormido. Vuelve a caminar en su sueño y vuelve a despertarse... ¿o sigue dormido?

¿Y, a todo esto, que pasa en cada sueño o, mejor dicho, en ese larguísimo sueño que es todo el filme? Mucho y nada: en la primera parte, el protagonista sin nombre (Wiley Wiggins) parece estar entrevistando a una serie de profesores de filosofía que le hablan de existencialismo, posmodernidad, teoría del caos, evolución neo-humana (what-ever-that-means) y física cuántica, mientras sueltan nombres harto sospechosos como Sartre, Kierkegaard, Nietzsche, Aristóteles y otros cuates de esa calaña. Después, el mismo muchacho pasa de escena a escena en donde es testigo de pláticas entre amigos, anécdotas más o menos curiosas, meditaciones sobre Bazin y la teoría del cine, más una (no tan) sorpresiva aparición del mismísimo Steven Soderbergh haciendo un jocoso comentario que sirve como una suerte de epitafio de la propia Despertando a la Vida: Soderbergh cuenta en la TV que cuando Louis Malle le dijo a Billy Wilder que estaba haciendo un filme de dos millones de dólares que trataba de un sueño que estaba en otro sueño, Wilder sólo le respondió: "Hijo, acabas de perder dos millones de dólares".

¿Cómo sostener una película que dura 100 minutos y que no...

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