La filosofía de la biología y los estudios de género. Una simbiosis demorada

AutorFabrizzio Guerrero Mc Manus
CargoCentro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México

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CRÍTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofía. Vol. 46, No. 137 (agosto 2014): 113–128

LA FILOSOFÍA DE LA BIOLOGÍA Y LOS ESTUDIOS DE GÉNERO. UNA SIMBIOSIS DEMORADA

FABRIZZIO GUERRERO MC MANUS

Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades

Universidad Nacional Autónoma de México

FabrizzioMc@gmail.com

RESUMEN: Este texto busca generar un espacio de interlocución entre f‌ilósofos de la biología y estudiosos del género. En el marco del feminismo analítico ofrece dos ejemplos concretos que buscan ilustrar la fecundidad de dicho encuentro. Por un lado, se examina la acusación de esencialismo que generalmente se esgrime en contra de la biología y se le replantea a la luz de la f‌ilosofía de la taxonomía. Por otro lado, se analiza la estructura de las explicaciones biológicas del género y la sexualidad a la luz de las llamadas falacias ontogenética y f‌ilogenética.

PALABRAS CLAVE: feminismo analítico, esencialismo metodológico, falacia f‌ilogenética, falacia ontogenética, agnotología

SUMMARY: This text seeks to promote a more fruitful collaboration between philosophers of biology and gender specialists. Framed under the Analytical Feminist perspective, it offers two examples that emphasize the fecundity of this effort. On the one hand, the accusations of essentialism usually endorsed against biological approaches to gender and sexuality are revisited and reframed in light of the philosophy of taxonomy. On the other hand, the structure of the biological explanations of gender and sexuality is discussed taking into account the ontogeny and phylogeny fallacies.

KEY WORDS: analytical feminism, methodological essentialism, phylogeny fallacy, ontogeny fallacy, agnotology

El objetivo de este ensayo es hacer una invitación tanto a los f‌ilósofos de la biología como a los especialistas en temas de género para que consideren la posibilidad de construir espacios de interlocución entre sus comunidades. Asimismo, busco evidenciar un conjunto de conexiones que sirvan de puente entre ambas disciplinas. Por último, con esta contribución aspiro a construir dichas conexiones al interior de una comunidad hispanohablante en la cual muy poco se ha dicho sobre cómo conectar ambos saberes.

En este sentido, he calif‌icado la relación que actualmente existe entre ambos campos como “una simbiosis demorada” precisamente para enfatizar que hoy día esta interlocución es prácticamente nula, y que a pesar de esto, podría conducir a una redef‌inición de algunas de las controversias que le son comunes a estas áreas —como la dis-

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cusión naturaleza vs. crianza—, de tal suerte que ambas disciplinas terminen por convertirse en simbiontes mutuamente dependientes.

Desde luego, no quiero que se entienda que no han habido esfuerzos por combinarlas, de hecho, sí los han habido, sobre todo en el mundo anglosajón con el llamado feminismo analítico (Garry 2012), pero estos esfuerzos no han terminado por consolidar un espacio común entre estos saberes.1 Es más, dichos esfuerzos no son exclusivos de las f‌ilósofas mencionadas, ya que al interior mismo de la biología se han gestado importantes posturas feministas que no han recibido mucha atención dentro del grueso de los estudios de género (e.g., Hrdy 1999, Poiani 2010, Roughgarden 2004, 2009, y Zuk 2002).

Sospecho que esto se debe a que la distinción entre f‌ilosofía analítica vs. f‌ilosofía continental no solamente suele colocar en lados distintos a estos dos cuerpos disciplinares, sino a que ha terminado por poner una barrera al interior de los estudios de género y sexualidad entre aquellos sectores que serían más af‌ines a una tradición continental y aquellos más af‌ines a una tradición liberal cercana en sus formas de argumentación a la tradición analítica. A modo de ejemplo, piénsese en la diversidad de posiciones que informan a los estudios de género y sexualidad y que tienen su origen en una gran variedad de feminismos de corte marxista (e.g., Silvia Federeci 2004), de corte posestructuralista y con inf‌luencias del psicoanálisis lacaniano (e.g., Luce Irigaray 1985, Julia Kristeva 1982, Judith Butler 1993, y Beatriz Preciado 2002) o de corte liberal y con inspiración rawlsiana (e.g., Nussbaum 2010, 2012).

Esta escisión puede observarse en los diferentes diagnósticos y propuestas normativas que provienen de los diversos proyectos feministas de algunas de las autoras antes mencionadas así como también en la forma en la que se critican fuertemente unas a otras.2 Desde luego, en este sentido, el feminismo y los estudios de género y sexualidad son parte de un enfrentamiento histórico mucho más extenso3 que ha tenido momentos de gran notoriedad (e.g., los debates Chomsky-Foucault (2006) y Derrida-Searle (Navarro Reyes 2010)).

Sea como fuere, tengo la creencia de que tanto unos como otros tienen mucho que ganar con esta interlocución aunque exija vencer la

1 Véase, por ejemplo, Fausto-Sterling 2000, Haraway 1989, Keller 1997, Lloyd

2005, Longino 2002, y Oyama 2000.

2 Por ejemplo, Nussbaum (1999) critica y cuestiona las formas de argumentación y las propuestas de acción política de Butler.

3 Para una lectura de cómo inició dicha escisión véase, por ejemplo, Friedman 2000.

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desconf‌ianza creada en ambos lados de esta división. Para mostrar el porqué de mi optimismo examinaré un conjunto de temas asociados a la dicotomía naturaleza vs. crianza. Dicha dicotomía es el campo dentro del cual se llevan a cabo gran parte de los enfrentamientos en torno a la “naturaleza humana” (Dupré 1993, 2002) y es, por lo tanto, un lugar privilegiado para examinar las posibles sinergías.

Básicamente, en una primera sección de este ensayo analizaré algunas discusiones de tipo ontológico acerca del esencialismo en biología. En esta sección mostraré cómo la f‌ilosofía de la biología nos ayuda a comprender exactamente qué se está entendiendo por esencialismo en biología a la luz de estos debates.

Ahora bien, en una segunda sección me concentraré en temas de corte epistemológico para examinar los límites de las explicaciones biologicistas así como también los puntos de coincidencia que hay entre algunos f‌ilósofos de la biología y los especialistas sobre género y sexualidad. Por último, concluiré este texto señalando un conjunto de posibles zonas de contacto que valdría la pena explorar en un futuro.

1 . Ontologías

Quizá la acusación más comentada en la historia de los estudios de género y sexualidad es la famosísima af‌irmación del carácter esencialista de las ciencias biomédicas y biológicas en lo que al género y la sexualidad respecta (DeLamater y Shibley 1998). Dicha acusación es, empero, una instancia del argumento antiesencialista que los constructivistas sociales esgrimen al interior de los debates para saber si hay algo así como una naturaleza humana en temas tales como la raza, la inteligencia, o algún otro atributo humano presuntamente pancultural —es decir, presente en toda cultura— (Dupré 1993, 2002).

Con frecuencia esta af‌irmación, al menos en el caso de los estudios de género y sexualidad, se traduce en una acusación a la biología y a la biomedicina de postular esencias o naturalezas transhistóricas, panculturales y def‌initorias no sólo de lo masculino y de lo femenino en tanto corporalidades, sino también al nivel mismo de lo psíquico (deseos, capacidades cognitivas, etc.). Desafortunadamente, como he expresado en otra parte (Mc Manus 2012), esta forma de construir el argumento antiesencialista a los biólogos y a los f‌ilósofos de la biología les resulta completamente extraño por una razón más o menos evidente: la evolución.

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Y es que el impacto de la Teoría Evolutiva, tanto en la f‌ilosofía (e.g., los pragmatistas estadounidenses) como en la biología, supone un abandono de la idea misma del f‌ijismo y la inmutabilidad, en general, y del f‌ijismo de especies, en particular. Más aún, a raíz de los famosos ensayos de Ghiselin (1997) y Hull (1965), ha comenzado una discusión en torno a la metafísica de las especies que realza su historicidad y cuestiona su carácter de clases transhistóricas (Boyd 1999).4Así pues, a nivel ontológico surge claramente una pregunta de interés para todos los involucrados. ¿Es la biología esencialista? Los constructivistas sociales dicen que sí, mientras que los biólogos y los f‌ilósofos de la biología, por otro lado, han luchado en contra de un esencialismo de las especies y resulta curioso que ahora se les acuse de esencialistas incluso si reconocemos que hay muchos partidarios de interpretaciones biologicistas de la sexualidad y del género. Pero, entonces, quién tiene la razón.

A mi modo de ver, la tarea del f‌ilósofo de la biología debería consistir justamente en tratar de comprender la naturaleza del debate antes de tomar partido. En ese sentido yo comenzaría con dos precisiones. Por un lado, sería importante lograr que los involucrados se den cuenta de que hay más de una manera de construir el esencialismo. Por otro lado, y precisamente porque hay más de una manera de hacerlo —y existe más de un ámbito en el cual se puede ser esencialista, como explicaré inmediatamente— es que se podría ser esencialista bajo cierta interpretación mas no bajo otra.

De cualquier manera, la noción de homología es probablemente un punto de inicio fundamental para esclarecer la naturaleza del debate acerca de si la biología postula alguna clase de esencialismo. Esto es por la siguiente razón: cuando se af‌irma que la identidad de género o la orientación sexual de un sujeto puede describirse con un mismo aparato categorial más allá de su contexto...

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