Festín de rusas

Es imposible no notarlas. Es imposible mirar a Rubí a los ojos porque sus jugosos senos siempre desvían la atención. Te atrapan desde la primera vez que se muestran libres e imperiales. Te hipnotizan gravemente. Sus pezones erectos parecen hallar su camino directo hasta la boca de los hombres, la lengua; desean ser lamidos con la furia que sólo prodiga un placer desesperado.

Y Rubí lo sabe. Con su mirada juguetona y sus labios reventando de pasión acaricia sus pechos, esculpe la perfecta redondez de sus senos como si necesitara de una mano ajena, dedos varoniles en los que pueda enredar sus pezones hasta saciar toda su cachondería.

"Me gusta mucho el sexo", cuenta Rubí, "y las bubis siempre le gustan a los hombres; a mí me agrada que me las agarren, las chupen, darles una rusota a mis clientes".

"Me considero muy cachonda y juguetona, la verdad. No hay nada más en el mundo que disfrute tanto como el sexo".

Ella se considera toda una maestra en cuanto a las artes elaboradas de dar una buena rusa y a simple vista se nota que tiene bastante materia prima para asegurar que los clientes se vayan (y vengan en sus senos) satisfechos.

Sin embargo, no sólo sus...

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