Festejo a la cultura

AutorFrancisco Morales V. y Jorge Ricardo

A Victorina López Hilario, indígena amuzga de la comunidad de Piedra Pesada, Guerrero, le duelen las piernas, las rodillas, las articulaciones, medio cuerpo. Pero cuando oye su nombre se levanta a toda prisa a recoger el Premio Nacional de Ciencias y Artes de manos del Presidente Enrique Peña Nieto.

Una medalla de oro y un diploma, para quien de junio a agosto estuvo a punto de morirse por chikunguña, padecimiento que ni siquiera sabía que existía. "A mí sí me dio tres veces. Pensábamos nosotros: "Ay, ¿qué enfermedad nueva es que ya llegó?", yo sentía que me voy a morir, y solamente paracetamol porque dicen los doctores que no hay medicina.

Los médicos de su comunidad le dijeron también que las secuelas durarían seis meses. Victorina, de 42 años, 36 de ellos ocupados en el telar de cintura, es la última en recoger su diploma, de los 13 premiados.

Es el Patio de Honor de Palacio Nacional, lugar frío en la sombra, en cuyo centro calienta el sol a unas 600 personas que asisten a la ceremonia.

Ante ellos, el Presidente quiere dejar atrás al Peña Nieto candidato. Los apretones y apapachos que prodiga a los premiados procuran que la FIL de Guadalajara 2011, donde no logró citar tres libros, se vea cada vez más lejos.

Al escritor Felipe Garrido lo aprisionó en un abrazo y le propinó tres palmadas. Hizo que el brazo de Fernando López Carmona, el arquitecto en silla de ruedas que estabilizó el hundimiento de la Catedral Metropolitana, trepidara sin control a causa de su efusivo apretón de manos. Pero, con todo, dedicó más tiempo al escultor Sebastian y al actor Ignacio López Tarso, a quienes sentó a sus costados.

El encargado de hablar por los premiados fue el historiador Antonio Armando García de León. Un discurso breve que celebró las prácticas de los artistas y científicos reconocidos para restablecer el vínculo entre las aulas y el País, a pesar de los obstáculos.

"Muchas veces el desaliento se hace presente y se acentúa en tiempos como los que ahora vivimos, en un País en que millones de personas carecen angustiosamente de lo mínimo necesario.

Aurelio Nuño, el Secretario de Educación, se revolvió en su asiento; el Presidente apretó la mandíbula, preocupado, rígido. Pero fue sólo un aviso de regaño: García de León dijo que el desaliento se compensa con lo que se vive en las aulas.

A la hora de la entrega de los diplomas, Victorina López se para de puntas y estira el cuello para besar la mejilla que el Presidente, solícito, le pone enfrente. La...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR