Fernando Iglesias Calderón

AutorAlexandra Reyes Haiducovich
Páginas205-220
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SI ESTÁ ESCRITA, no recuerdo haberla leído. La conozco referida
por José E. Iturriaga, quien la oyó del propio Fernando Iglesias
Calderón. La anécdota es hermosa, y es ejemplar: transparenta
y define a sus protagonistas: dos hombres a quienes la historia y
el destino conduce a subordinarlo todo a dos máximos amores: e1
amor a la Patria y el amor a 1a Verdad. Y los dos salen engran-
decidos de la dramática cita de la historia y del destino.
Cuando estaba recién publicado el libro de Francisco
Bulnes, se presentó en casa de Fernando Iglesias Calderón
−calle de Atenas núm. 24−, sin anuncio ni cita, el general
Porfirio Díaz. El sir viente le abrió la puerta. Dio aviso de
que en la sala se encontraba el Presidente de la República,
Iglesias Calderón trabajaba a esas horas en su biblioteca, en
ropas caseras. No sólo encontró inusitado el caso, sino que
le produjo una violenta contrariedad. Y vestido como estaba,
sin cuidarse de su desaliño indumentario, se dispuso a afron-
tar el desagradable encuentro.
*Prólogo de Andrés Henestrosa al libro de Fernando Iglesias Calderón, L as
supuestas traiciones de Juárez, México, Fondo de Cultura Económica, 1972.
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−¿Qué hace usted en esta casa?, preguntó Iglesias Calde-
rón. Le ruego que la abandone en el acto, agregó con firmeza.
−Yo soy el Presidente de México, dijo sereno Porfirio
Díaz. Y he venido a pedirle que responda al libro de Francis-
co Bulnes, pues sólo usted puede hacerlo con acierto y con
verdad. Su condición de historiador, de patriota, de liberal
y de hijo de José María Iglesias, así lo acreditan y lo hacen
esperar.
−Pero yo no soy empleado suyo, ni su escribano, ni su
amanuense, ni nada... Si lo hiciera, sería cosa mía, cuando
creyera oportuno hacerlo, y no a petición, sugerencia y orden
suya.
−Con eso me basta, respondió Porfirio Díaz, al tiempo
que abandonaba la casa de Fernando Iglesias Calderón.
Es el remoto origen del libro que ahora tienes en la mano
lector: Las supuestas traiciones de Juárez.
La obra de Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre
la Intervención y el Imperio, fue publicada en 1904, con el
avieso, aunque a la postre frustrado propósito, de reducir las
glorias de Juárez, cuando faltaban dos años para el centena-
rio de su nacimiento.
La reacción que produjo entre amigos y enemigos fue
enorme y ruidosa, lo que a más de asegurar su difusión acre-
centó la fama de un autor que de ese modo se atrevía con una
de las glorias nacionales, si no era que con la máxima gloria
nacional.
La polémica, casi toda ella reducida en los primeros días
a injurias, declaraciones, diatribas, insultos, permitió a Bul-
nes fáciles victorias y ocasión para burlarse de los progresos

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