Felipe Díaz Garza/ La proporción humana

AutorFelipe Díaz Garza

Al amanecer de ayer no había asunto más grave que la intensa lluvia que había azotado Monterrey durante 12 horas. A las seis de la mañana decidí que mis hijas menores y mi hijo mayor no irían a la escuela y que no saldríamos de la casa hasta que la tormenta hubiese pasado, con lo que supuse que la familia no correría peligro.

Preocupados todos por la lluvia, nos sentamos frente a la televisión a seguir la crónica de la tormenta, convencidos de que estábamos frente a lo peor que nos podía pasar. Aunque estuviéramos a salvo en casa, la crisis lluviosa nos atañía directamente y su cercanía, sumada al recuerdo de los daños que nos causó el huracán Gilberto en 1988, nos mantenía a todos expectantes y temerosos.

Pero de pronto aparecieron en el cuadro las torres gemelas del comercio, una de ellas humeando y visiblemente dañada. No entendía nada y no le creía a mi hijo que me decía que un avión acababa de estrellarse contra el enorme edificio neoyorquino. Creía en la verdad de la lluvia, cercana a mi preocupación y amenazadora de mi familia: era algo que podía entender. Pero era imposible y hasta impensable que un avión se hubiera estrellado contra el lejano Centro Mundial de Comercio: era algo que no podía entender.

Mi hijo no acababa de convencerme de que lo que veíamos era verdad, yo intentaba encontrar de nuevo imagen y sonido sobre la tormenta en Monterrey, cuando frente a nuestros ojos un avión más apareció en pantalla y se estrelló contra la otra torre, que se nos ocultaba detrás de la que ya estaba en llamas. Los hechos iban siendo superados por otros hechos, al primer incendio y al estrellamiento contra el segundo edificio los siguió otro avión estrellado en el Pentágono y, finalmente, vino el derrumbe total de las dos orgullosas torres gemelas.

Desde luego que la tormenta en Monterrey fue desplazada del centro escénico (no lo escribo con sarcasmo sino con profundo pesar) por la magnitud de la tragedia arrancada con la luz del sol de ayer en Nueva York y Washington. Aunque no nos afecten directamente y aunque la tormenta y sus peligrosos efectos nos impacten directa e inmediatamente, lo cierto es que los atentados terroristas de ayer contra los Estados Unidos sedujeron fácilmente nuestra angustiada atención y el pánico por la lluvia pasó a un segundo o tercer término o hasta desapareció como preocupación pública.

Esta situación...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR