Felipe Díaz Garza / Se sufre más siendo legal

AutorFelipe Díaz Garza

Jeffrey Davidow, ex Embajador de Estados Unidos en México, dice y escribe más cosas de las que debería acerca de la tortuosa relación méxico-norteamericana, como lo prueba el indiscreto libro sobre el asunto que publicó recientemente.

Pero, aunque nos caiga bien gordo lo que el diplomático gringo propone, muchos de sus enfoques son acertados y hasta compartidos por mexicanos inteligentes y realistas. Davidow apuntó, por ejemplo, que "el problema migratorio (el de los mexicanos ilegales en Estados Unidos) va a terminar cuando los mexicanos no salgan más de su país porque viven muy a gusto ahí".

Por supuesto que el gringo viejo tiene razón. Los migrantes mexicanos a Estados Unidos, particularmente los que cruzan ilegalmente la frontera e ilegalmente obtienen trabajo allá, donde son contratados desventajosamente por patrones igual de ilegales y aprovechados que ellos, se van y toman todos los riesgos del mundo, empezando por la muerte, porque aquí no "viven muy a gusto". Esto quiere decir que en México viven en la miseria, que no tienen oportunidades de trabajo y que los dólares abundantes que ganarán allá, muchas veces un espejismo inalcanzable, compensan los peligros que corren al cruzar la frontera ilegalmente, el desarraigo de su tierra natal y la renuncia, muchas veces permanente, a sus familias y amigos.

Igual que ha ocurrido desde hace décadas, con la breve interrupción del ataque villista a Columbus, Nuevo México, en marzo de 1916, provocado por una rabieta del legendario Pancho Villa, enojado porque Estados Unidos apoyaba a los soldados federales mexicanos que lo perseguían, el paso de mexicanos a Estados Unidos en busca de oportunidades es permanente. El fenómeno es observable, incluso, en el pueblo del que partió el ataque del guerrillero mexicano, Puerto Palomas, en Chihuahua, desde donde docenas de esperanzados mexicanos cruzan "la raya" todas las noches, a temperaturas bajo cero en invierno y sobre 50 en verano.

De Puerto Palomas ya no salen ataques terroristas, sólo invasiones pacíficas, las más pacíficas, las de pobres mexicanos, convertidos en limosneros por una sociedad más dura que la norteamericana, en cuya solidaridad nuestros desafortunados hermanos confían más que en la de nosotros, los que nos hemos quedado acá porque sí vivimos muy a gusto. No sólo no hay ataques terroristas basados en Puerto Palomas, sino que sus autoridades han mandado cambiar la estatua de Pancho Villa de la calle principal frente al puesto...

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