Felipe Díaz Garza / La profecía

AutorFelipe Díaz Garza

El presidente Fox no acabó de entender nunca que no tiene ninguna capacidad de predecir el futuro. La única prospección acertada que produjo en su carrera pública fue involuntaria, cuando de diputado se puso unas orejas de burro para reprobar al Presidente de entonces, que ni siquiera me acuerdo si era Salinas o Zedillo, pues, como suele suceder, la mascarada se volvió contra el enmascarado o, en este caso, enorejado. Sí, las orejas de burro y el rincón del salón de clase para el presidente priista fueron la lápida de Fox, que predijo sin intención su propio destino tragicómico y el espíritu depresivo de la culminación de su mandato.

Ya candidato a Presidente y luego Presidente hizo muchas predicciones voluntarias, todas fallidas, que su condición convirtió en compromisos incumplidos. El crecimiento económico de 7.5 por ciento y la terminación de la guerra de Chiapas en 15 minutos son los vaticinios equivocados más recordados por lo que implican de desprecio a la inteligencia de los mexicanos y por la difusión intensa que de ellos hicieron, como aciertos y para ganar votos, los imagineros de Fox. Pero no son los únicos.

Los indicadores reales de desempleo, pobreza, mala educación e insalubridad continúan siendo desfavorables a las ofertas oficiales. No se diga los de la instauración de la paz y el fin de la guerra que, de Chiapas, se ha pasado a Oaxaca y a la ciudad de México en forma evidente y explosiva, y a muchas otras entidades en forma de amenaza o de criminalidad organizada.

La mañana del día de su inauguración presidencial hace seis años, Fox desayunó con niños de la calle en el Callejón de la Libertad en Garibaldi, donde vivían. Buscaba dejar claro lo que, según él, sería el sello de su gobierno: el encuentro con los pobres. Allí, en medio de una colación de tamales y de mucho atole con el dedo, el Presidente (lo era desde el primer minuto de ese día aunque no hubiera protestado todavía), les prometió a los chavos trabajo en su rancho de Guanajuato y una casa para que dejaran la calle.

Todo un sexenio después no se ha cumplido la predicción de bienestar que Fox les hizo a sus hijos de la calle. Y no sólo eso, sino que el "Puerquito" y la "Dálmata" se murieron, el "Jarocho" está desaparecido desde hace tres años y nadie sabe dónde está y el "Media Vida", Jovanni y Landy y los demás que quedan de los 60 hijos de la calle del Presidente se mudaron del callejón, sí, pero no al rancho de los Fox sino al parque Francisco Zarco, afuera...

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