Felipe Díaz Garza / La mesa de regalos

AutorFelipe Díaz Garza

"¿De qué tamaño es su compromiso, don Felipe?", me preguntaba la señora Ana Berta, cuando me aparecía en la cara tienda de regalos en la que ella era la vendedora en jefe. Como a la quinta o sexta ocasión dejé de explicarle que no era "mi" compromiso, sino el de mi jefe, que me confiaba la tarea de comprarle los obsequios con que él debía responder la enorme cantidad de invitaciones de boda que recibía.

Por supuesto que los que invitaban eran los clientes grandes o accionistas importantes de la compañía o funcionarios gubernamentales, con los que la empresa debía mantener impecables relaciones, para lo que el regalo de bodas para sus hijos era un vehículo inmejorable.

Los destinatarios del regalo no lo necesitaban, pues todos eran de ingresos enormes. Pero en la complicada mentalidad social de nuestro medio el "cariñito" es un símbolo de superioridad exhibible y exhibido, pues en la mayoría de las bodas, especialmente las de los ricos, se acostumbra una exposición de regalos, para que todo mundo sepa quién y qué mandó y qué tan importantes socialmente son los "felices padres".

Siendo "su" compromiso tan grande de la empresa y no directamente de mi entonces jefe, las facturas, siempre por miles de pesos, eran pagadas por la tesorería corporativa, sin que el contralor vetase el pago que, por lo regular, se hacía en forma expedita para mantener abierto el canal de proveeduría de los regalos para "su" compromiso tan grande.

La justificación para esta práctica generalizada en el medio empresarial, tanto el mexicano como el de los demás países del mundo occidental, es que lo gastado en "sus" compromisos es una inversión para obtener utilidades, una especie de soborno, vamos, pero de lo más elegante y legal y contablemente permitido. El cliente regalado comprará más, el accionista obsequiado dirá que sí a la hora de la asamblea o enviará su carta poder para que el presidente de consejo decida solo o el funcionario convertirá el regalo en "su" compromiso y firmará al permiso de importación o al contrato multimillonario de obra pública.

Todo mundo hace eso en México, todo mundo empresarial, claro, todo mundo que tiene dinero y quiere tener más, todo mundo que establece compromisos con clientes, proveedores y dueños y accionistas. Y las facturas las paga el consumidor de lo que sea que fabrica o vende la empresa que tiene "su" compromiso grande, pues lo gastado en los regalos se carga sin ninguna traba al costo de los productos y, consecuentemente, a...

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