Felipe Díaz Garza / Huracán a la vista

AutorFelipe Díaz Garza

La delincuencia se hace presente en México en todas las expresiones conocidas, primordialmente en lo que tiene que ver con violencia asesina y narcotráfico. Las cárceles están llenas de delincuentes, pero éstos operan desde el encierro las bandas que forman sus cómplices.

Con ese telón de fondo los políticos de todos los partidos se preparan a renovar el gobierno y las legislaturas federales en medio de una carnicería moral, en la que todos luchan contra todos. Uno de estos gladiadores, el más feroz, será presidente de México el año próximo. La cosa se agrava, por si no fuera suficiente, con el liderazgo errático e incompetente del presidente Fox, cuyo pobre desempeño nos hace cuestionar la conveniencia de aplicar la democracia a las elecciones del 2006.

El cuadro clínico se completa con los padecimientos críticos crónicos del organismo nacional. La crisis económica ha estado abiertamente entre nosotros por más de 30 años, desde que era Presidente Luis Echeverría, quien dijo en 1973 que se trataba de una crisis temporal. Entre las enfermedades que padecemos, desde entonces, figuran, agravándosenos cada vez más, el desempleo y sus concomitantes: la pobreza, la ignorancia, el hambre y la insalubridad. El malestar pasajero se volvió permanente. Sus efectos no nos matan, pero tampoco nos dejan vivir.

Por si fuera poco, hasta nuestros líderes morales por excelencia, los religiosos, perdieron el rumbo y hoy veletean, frente a los ojos y oídos asombrados de sus fieles, entre aceptar o no aceptar las limosnas de los narcodelincuentes, aduciendo algunos de los jerarcas religiosos argumentos tan inmorales como el de que la Iglesia purifica el dinero del narco al gastarlo en la obra de Dios. La corrupción sigue su cabalgata, rampante y ufana, montada en el caballo de la degradación moral de la sociedad. Porque son la sociedad y sus instituciones, sumadas a su gobierno y a sus otrora respetables líderes, las que se degradan al corromper y al corromperse. No culpemos a ninguna instancia en particular, pero tampoco excusemos a ninguna. No hay responsables identificables de la corrupción, pero tampoco hay inocentes.

En este feo contexto suena esperanzadora la convocatoria de los empresarios organizados a celebrar un pacto nacional para impulsar el crecimiento desde distintos frentes. Este esfuerzo ha sido coordinado por el Consejo Coordinador Empresarial, pero participan también organizaciones sindicales, académicos e intelectuales, que han trabajado...

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