Felipe Díaz Garza / Elogio de la locura

AutorFelipe Díaz Garza

Hay cierto patetismo en la depresión de los gobernantes, preocupante cuando les viene aún en el poder. Y no tanto porque aceptemos que es mejor que le vaya bien al Presidente, para que no le vaya mal al País. Al País le va mal o le va bien independientemente de que su gobernante en turno caiga en el triturador de basura cuando pensaba que iba hacia la gloria de la historia.

Los gobernantes piensan devotamente que si ellos se caen, el País se cae. Hasta un hombre tan mediocre como Ernesto Zedillo, sucesor accidental de Carlos Salinas, solía decirles a sus críticos, a los que les hablaba para regañarlos cuando publicaban algo que no le gustaba, que estaban poniendo en peligro a la República. Ni se le ocurría lo que uno de sus regañados le dijo en respuesta: "Usted no es la República, tan sólo es el Presidente... y por un corto tiempo".

Pero, volviendo al principio, la depresión del gobernante tiene un encanto que despierta el morbo, sobre todo cuando se presenta antes de que el deprimido se vaya o se suicide o se desconecte sumariamente de la función pública.

Más cuando, como Enrique Peña Nieto, todavía le quedan sus buenas 14 semanas en el trono o cuando, como Jaime Rodríguez Calderón, todavía le faltan pa' que se vaya nada menos que tres años.

Ambos, todavía buenos para maniacos, entraron en depresión mucho antes de lo esperado. Después del acelere de su encuentro con la historia, al que ambos se presentaron sin cita, vino la verdad del desencuentro desacelerado, del que la historia ni se enteró, pero ellos dos sí, Peña a seis meses de su partida obligada y Jaime a tres años.

Esta clase de depresión tiene indicadores claros y omnipresentes. La diarrea verbal desaparece de un día para otro (un momento después de una elección perdida) para dar paso a una estreñida mudez. La mirada se pierde, como diría Shakespeare, mientras ensoñadoramente, el enterrador prepara sus herramientas. Los largos cortejos desaparecen y uno y otro son acompañados sólo por quienes no pueden eludir el trámite.

Los frijoles de regreso (los regaños incontestables) se vuelven agua de uso, como...

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