Felipe Díaz Garza/ Un culpable en cada hijo te dio

AutorFelipe Díaz Garza

Ayer apareció en este periódico una carta de la lectora María Elena Mercado, a cuyo barco me subo hoy, anticipándome al permiso de la autora, porque en ella encuentro sustancia para clarificar algo que, insistentemente, he venido manejando en mis artículos y que Mercado, en su breve epístola, concretiza ejemplarmente. Me refiero a la participación de la sociedad en la solución o en el agravamiento o, incluso, en la generación de los problemas y padecimientos de la comunidad.

La lectora Mercado dice en su carta que: "Monterrey es propiedad de una empresa productora de cerveza y nada se mueve si ellos no lo deciden. Me molesta terriblemente el hecho de que en cada esquina de los barrios pobres se encuentra un depósito de cerveza o una cantina y nunca un dispensario médico, escuela o iglesia. Me enoja que esa empresa cervecera tenga camiones especiales con doble rodada, lo que les permite subir por las empinadas cuestas de inexistentes calles, en donde tienen sus tejabanes los pobres; ellos sí pueden subir, lo que no pueden hacer los maestros o médicos, en caso de que quisieran hacerlo."

Comparto y hago míos el juicio, la molestia y el enojo de María Elena Mercado, cuya carta pone el dedo justo en la llaga del origen de las plagas sociales. Tiene razón la lectora. Esta ciudad está llena de depósitos de drogas alcohólicas. Su proliferación es más visible en los barrios pobres, ciertamente, pero los esfuerzos para extender el consumo de esas drogas no se queda en las áreas donde tienen sus tejabanes los pobres, pues los sectores más afortunados en recursos lo son también en abundancia de las llamadas tiendas de conveniencia.

La principal misión comercial de dichas tiendas es la venta al menudeo de drogas alcohólicas. Y desde luego que la mayoría, toda una cadena nacional, es propiedad de la cervecera, y los permisos para la operación de los depósitos de cerveza (los de las esquinas de los barrios pobres) fueron tramitados, en su mayoría, por la misma empresa, para distribuirlos como volantes entre sus asociados en la venta y distribución de drogas alcohólicas.

Estamos hablando de enfermedades sociales serias, como el consumo de alcohol, que es la enfermedad y no el síntoma. Esta enfermedad es promovida consistente e intencionalmente por una empresa privada, que es orgullo de muchos regiomontanos, que la consideran, incluso, el símbolo más importante de esta ciudad. Pero este símbolo empresarial que nos enorgullece produce drogas alcohólicas, no...

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