Felipe Díaz Garza/ El arzobispo parabólico

AutorFelipe Díaz Garza

Fiel al Verbo que en el principio de los tiempos cristianos fue el Principio, monseñor Norberto Rivera Carrera, Cardenal y Arzobispo Primado de México, habló parabólicamente el domingo pasado. Entrevistado después de misa, la obligada misa del día del Señor, monseñor Norberto se refirió a la inminente salida de México del embajador papal y nuncio apostólico Justo Mullor.

El retiro del embajador Mullor fue ordenado, repentina y sorpresivamente, por Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, supuestamente para que el todavía Nuncio se haga cargo de la Academia Eclesiástica del Vaticano, institución responsable del entrenamiento de los diplomáticos de la Iglesia romana.

Si le digo que el Cardenal Arzobispo habló parabólicamente es porque, como con las parábolas, de las palabras de don Norberto, hay que deducir una enseñanza moral y derivar significado de conceptos aparentemente cifrados y elusivos, después de revisar lo dicho a fondo y con bisturí. Me refiero a que el Cardenal aseguró que la anunciada salida del Nuncio obedece a un reconocimiento papal y que él (Rivera Carrera) no tuvo ninguna diferencia con el representante vaticano, salvo el acento y el color de la piel.

Textualmente, el Arzobispo Primado parabolizó así: "Por supuesto que diferencias sí, él tiene un acento español, nosotros tenemos un acento mexicano; él es más blanco que nosotros; en nosotros dominó Cuauhtémoc, en él dominó Cortés; pero otras diferencias no, no lo pienso". Vaya que las palabras del Cardenal están para deducir una enseñanza moral y descifrar conceptos de elusivo significado coloquial.

Pero la tarea es bien sencilla porque el discurso de Rivera utiliza símbolos e imágenes de lo más transparentes en cuanto a sus implicaciones ocultas. Para empezar, el ladino monseñor Rivera hace bien patente la condición gachupina de su colega, monseñor Mullor. Con la misma rotundez patentiza su propia condición mexicana y las diferencias concomitantes, como el acento, tanto el verbal como el epidérmico.

Para no andarnos con rodeos, como no se anduvo el Cardenal, Rivera Carrera establece que él es Cuauhtémoc y que Mullor es Hernán Cortés, este último vencedor, encarcelador, torturador y eventual asesino del primero. No hay ninguna diferencia entre ellos dos, dice Rivera, pero Mullor es el equivalente del hombre blanco y barbado que vino a despojar a los morenos mexicanos de su historia, de sus tesoros y de sus dioses. Mullor es el conquistador y Rivera es el pueblo conquistado que...

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