Felipe Díaz Garza/ Los adolescentes no existen

AutorFelipe Díaz Garza

El 65 por ciento de los 100 millones de mexicanos que somos está formado por adolescentes. Uno de cada 20 de esos jóvenes es alcohólico, lo que significa, si la estadística no miente, que hay tres millones y cuarto de muchachitos mexicanos adictos a las drogas alcohólicas. Cinco mil adolescentes murieron durante el año 2000 conduciendo vehículos, y en lo que va de 2001 se han suicidado más de 100.

Los embarazos de muchachitas están aumentando geométricamente en México y casi no hay familia que no esté afectada, si hay adolescentes en el hogar, por trastornos glandulares, la mayoría controlables cuando son enfrentados oportunamente, o por la bulimia, la anorexia o la obesidad mórbida, producidas por la moda o por la enfermedad mental.

Por supuesto que, en millones de hogares mexicanos, la televisión y la Internet han sustituido a los padres como guías de los hijos en cuanto a sexualidad a secas, preferencias sexuales y moral. La televisión y la Red imponen hoy cartabones de comportamiento que antaño imponían la Iglesia y los padres: desde luego no son los mismos, pues ni la Iglesia ni la familia promovieron jamás amor libre, pornografía o aberraciones sexuales.

Si usted tiene adolescentes en casa, sin duda vive angustiado por la influencia creciente del medio ambiente en sus hijos, que, cada día con más énfasis, mandan al cuerno lo que sus padres les dicen para vestirse, comer, pensar, actuar y decidir de acuerdo con la moda, la comunicación masiva, los amigos, los romances y bajo el designio de normalidades o anormalidades mentales y físicas que usted y yo simplemente no entendemos y cuya existencia, en muchos casos, ni siquiera imaginamos.

Y todavía falta agregar al cuadro las patologías que, como papás, les heredamos a los hijos a través de hogares destruidos por el divorcio o destruidos por el matrimonio artificialmente prolongado.

Los problemas juveniles son frecuentes también en los hogares donde la infidelidad unilateral o bilateralmente consentida y la guerra conyugal permanente sustituyen a la separación de padres que no se divorcian "por no hacerles daño a los hijos", mas a los que acaban dañando con consecuencias más profundas e irreparables que si, en su momento y hablando todos de frente, se hubieran divorciado.

De esos matrimonios deshonestamente destruidos para no destruirse salen más muchachos antisociales, violentos, improductivos y deprimidos que de los matrimonios honestamente divorciados.

Lo peor es que a las autoridades...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR