Felipe Calderón Hinojosa/ La intervención de Cuba

AutorFelipe Calderón Hinojosa

La Conferencia sobre la "Financiación para el Desarrollo" se realizó con bastante buenos resultados. México obtuvo un amplio reconocimiento mundial, dado que ejerció un liderazgo poco común y mostró sin discusión una gran capacidad de convocatoria. Por lo demás, la programación de los eventos, la seguridad del nutrido grupo de jefes de Estado y aun las consabidas protestas "globalifóbicas" se desarrollaron sin incidentes. Puede decirse que fue todo un éxito acreditable al gobierno de México.

Por lo que toca a la reunión, la secuencia interminable de oradores con discursos pletóricos de lugares comunes y de frases rimbombantes la convirtió por momentos en un verdadero suplicio. Hay detrás un esfuerzo de consenso y articulación entre los representantes diplomáticos de los países participantes que permite que los jefes de Estado a quienes representan aprueben sin mayor complicación el llamado "consenso de Monterrey". La presencia física de los jefes de Estado lo que hace es generar el efecto mediático y político que todos contemplamos. Más allá de las buenas intenciones, el evento tiene un inevitable elemento escénico, que es parte también, y muy importante, de la política mundial. Todos hablan para un público que está más allá de los aburridos delegados. Todos hablan para el mundo en general, pero para su pequeño mundo político en particular. Aprovechan su sitio en la pasarela, sus cinco minutos que como límite de tiempo sólo algún despistado respeta. Hablan para los noticieros de radio y televisión y para las primeras planas de sus respectivos países y de los países que puedan servir a sus intereses.

Así también habló Fidel Castro. La cortedad de su visita era conocida de antemano. El mismo así lo anunció y lo había hecho saber, según la amable carta que había enviado al presidente Fox y que la cancillería de Cuba se ha encargado de difundir. Hablaba de que tenía muchas ocupaciones y que haría un esfuerzo extraordinario para venir a Monterrey -"Guadalajara", según su lapsus- y poder estar con nosotros aunque fuera por breves momentos. Qué amable de veras. La prensa local incluso publicó con antelación la hora de llegada y la hora de salida del comandante.

Era de suponerse que Castro no firmaría el documento de la Conferencia, porque no coincidía con su contenido. En su discurso lo criticó, lo llamó "un consenso que se nos está imponiendo", descalificó las referencias al mercado contenidas en él, despotricó contra el neoliberalismo con el...

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