Y fueron felices con 'Cenicienta'

AutorAlejandra Martínez y Silvia Ruano

La Cenicienta que el mundo conoce es una mujer triste, sumisa, apocada, sufrida e insegura que de un día para otro se convierte en princesa y brilla como la joya más delicada en el fastuoso entorno de la realeza.

Más allá de la fantasía, los pases mágicos que muchos quisieran para resolver sus problemas y el arquetípico sentimentalismo, la protagonista del cuento original de Charles Perrault que el Ballet de Monte-Carlo trajo a Monterrey, es un ser distinto.

Concebida por Jean-Christophe Maillot, director de la compañía desde 1993, esta Cenicienta es de carne y hueso, está bien plantada en la tierra y su historia transcurre en un contexto donde los decorados recargados están de más y el amor despojado de betunes es el motor de los personajes.

Ella y todos los personajes que la acompañan cuentan sus experiencias a través de una danza de primer mundo que dejó sin aliento al público que asistió la noche del martes al Auditorio Luis Elizondo, en la segunda fecha de la Temporada 56 de la Sociedad Artística Tecnológico.

En la versión de Maillot, además de la excelencia técnica, los bailarines hicieron gala de una destacada habilidad histriónica. Sólo les faltó hablar.

Esto no es una coincidencia sino exigencia vital del coreógrafo a quien algunos críticos han señalado por su capacidad para acercar nuevos públicos con un trabajo capaz de evocar el pasado, traerlo al presente y proyectarlo hasta el futuro.

Maillot puede captar la esencia de los grandes ballets clásicos pero también entra con ellos en el terreno de la abstracción, como ocurre con su "Cenicienta".

Con la minimalista, pero muy efectiva escenografía de Ernest Pignon-Ernest, el audaz vestuario de Jerome Kaplan y la iluminación de Dominique Drillot, el director de la compañía creó un ambiente realista-abstracto que...

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