Federico Reyes-Heroles/ Procurador de minucias (II)

AutorFederico Reyes-Heroles

A decir de un clásico, no ació para ministro quien se ocupa de minucias. Irrefutable en lo general la aseveración es, sin embargo, bastante comodina. La vida es, en buena medida y por fortuna, minucias. Las hay legales y muy importantes. El arte es un tejido de minucias, Vicente Rojo por ejemplo. El amor es el gran misterio de las minucias, de una mirada furtiva a la caricia misma. Una ciudad es el hogar de muchos, millones en nuestro caso. Problemas gigantes, ésos que sólo pueden recibir soluciones gigantes, los habrá siempre: agua potable, electricidad, contaminación, vivienda, seguridad, etcétera. Ellos hablan de los mínimos sin los cuales no sería factible la supervivencia. Pero esa dimensión no le da un sentido a la vida. La idea de un hogar verdadero habla de un encuentro buscado, añorado con esas minucias que nos hacen sentir que pertenecemos al sitio y que él nos pertenece. Saber dónde encontraremos una medicina por la noche o una fruta por la mañana o la luz de una habitación nos da certidumbre. Es un acomodo imprescindible, no sólo espacial sino para nuestras emociones.

La urbanización de México es inevitable. La de la Ciudad de México ha sido dramática. Los problemas gigantes nos apabullan. De ellos dependen la vida de millones. Pareciera que por ello una amnesia de presente nos ha invadido, arrastrando, en su trágica visita, las vitales minucias de nuestra gran ciudad. Como casa sin los muebles en cierto orden, como un platillo arrojado sin esmero, como una vestimenta sin gracia o desgraciada, las ciudades demandan de alguien, de muchos que le lleven calor, que la procuren.

Soy un enamorado de esta ciudad. Su clima es maravilloso, su permanente agitación una droga, su historia infinita. Pero, manoseada y ultrajada pocos la consideran hoy bien. La flora del valle da para todo: ahuehuetes centenarios, fresnos frondosos, encinos, escasos por cierto, hayas, truenos, cedros, oyameles, frutales y hasta palmeras. Todo crece. Además de ser una de las ciudades más arboladas, podría ser una de las más coloridas. Si unos cuantos miles de cerezos pintaron Washington, dándole un motivo más de orgullo a lo que fuera un pantano, qué no podríamos hacer con nuestras maravillosas jacarandas, buganvillas de todo tipo, colorines, etcétera. La yedra ha cubierto el frío concreto en otras ciudades y aquí crece que da gusto. Hay que usarla. Necesitamos parques, muchos, más y con muchos ciudadanos cuidándolos. ¿Qué fue de los terrenos de la refinería de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR