Federico Reyes-Heroles/ La izquierda necesaria

México es un país con un problema ancestral y dramático de desigualdad. En México hoy los pobres y los francamente miserables suman decenas de millones. Algunos dicen dos, otros cuatro y, por supuesto, en periodos de campaña las cifras crecen. En México el desempleo y el subempleo son un problema crónico. Una de las expresiones más dolorosas de este hecho es la salida anualmente de alrededor de 300 mil compatriotas en busca de oportunidades. En México las reivindicaciones laborales mínimas, prestaciones de todo tipo, seguridad en el empleo, salud, igualdad para los géneros, primas vacacionales, jubilación y muchas más tienen todavía un largo camino por andar. En México los interlocutores gremiales, los supuestos representantes de obreros, campesinos y de muchos otros núcleos laborales con frecuencia son paleros de la empresa. En México la corrupción sindical galopa. Hay más rubros, con éstos bastan. Cabe la muy incómoda pregunta, ¿cómo es posible que en ese país la izquierda no avance sino retroceda siendo la tercera fuerza política en peligrosa caída?

Explicaciones hay varias, justificaciones ninguna. En México la izquierda radical, el comunismo, el maoísmo y el trosquismo, con todos sus pleitos y diferencias sufrieron una misma oprobiosa calamidad: se les persiguió y se les mantuvo en la clandestinidad por décadas. Sin tener acceso a la plaza pública la izquierda se encapsuló y sus dogmas levantaron auténticas murallas que los aislaron del mundo externo. Refugiados en las universidades y en algunos bastiones de resistencia, más que política hacían catecismo. No tenían muchas otras opciones. Pero ese panorama comenzó a cambiar hace alrededor de un cuarto de siglo. Desde entonces se abrieron algunas puertas para permitir su acceso a las lides nacionales. Los mecanismos de control del aparato autoritario seguían siendo muchos, es cierto. Pero las debilidades y fisuras del sangrante sistema exhibían muchos flancos. Por si fuera poco el linimento económico se acabó. Llegaron las sucesivas crisis. En el 88, con una cifra que permanecerá como una incógnita histórica pero que consistió de varios millones de votantes, se mostraron las potencialidades de una izquierda nacionalista. Como si hubiera poca tela de donde cortar la nueva fuerza política, primero Frente Democrático después PRD, se encaminó a luchar en contra de la mayor vergüenza nacional: la falta de democracia.

Los triunfos fueron creciendo: diputados locales, presidentes municipales...

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