Federico Reyes Heroles / En serio

AutorFederico Reyes Heroles

México es un país muy extraño. Entre lo que decimos y lo que hacemos hay abismos infranqueables. Por momentos pareciera que lo relevante son las palabras y no los hechos. Cualquier pequeño poblado que se respete a sí mismo de seguro tendrá una calle principal denominada revolución, palabra que alude a esa acción violenta y en teoría justiciera, aunque la historia de las revoluciones es de contrahechuras. Los discursos políticos están infestados de alusiones a la justicia social. Pero a la par conservamos formas de convivencia muy injustas. Con frecuencia se repite la sentencia de Humboldt sobre la desigualdad en México, pero en la vida cotidiana poco es lo que cambia de rumbo. ¿Justicia social? No, cinismo generalizado que hizo pensar al secretario de Finanzas del estado de Tabasco que podía manejar su ostentosísimo coche por las calles de una entidad que cada año traga agua y no en sentido figurado. Ese cinismo es el primer enemigo.

No tomamos la justicia social en serio. El Índice de Gini muestra con claridad que el sistema recaudatorio mexicano -el gran instrumento de todo Estado para generar justicia social- no mueve la condición de desigualdad. El sistema fiscal que hoy nos rige no está generando justicia, por el contrario perpetúa la pobreza social. La distribución del ingreso es pésima -¡somos ejemplo mundial al respecto!- y sin embargo cualquier propuesta que intente cambiar la fracasada fórmula impositiva de hoy es vista como una amenaza al paraíso justiciero del que muchos no quieren salir. De qué estamos orgullosos. Hablar de IVA generalizado, con tasas diferenciadas en alimentos y medicinas, es un tema incendiario al cual los políticos le huyen. Pero resulta que la exención de ese impuesto a las medicinas le da -nos da- a las clases medias y altas un beneficio de más de 15 mil pesos al año. Shampús, cremas, lociones, vitaminas, estimulantes sexuales, fórmulas para la belleza eterna, todo está exento. Por supuesto los pobres que sólo compran medicinas cuando de verdad las necesitan reciben un beneficio de poco menos de 3 mil pesos. ¿Cuál justicia?

Y qué decir del subsidio a las gasolinas que beneficia a las clases medias y altas cada vez que cargan los vehículos de gran cilindrada. Defendería a muerte su derecho a poseerlos, así ocurre en una sociedad libre. Pero lo que no es defendible es el perverso subsidio que representa cuatro veces lo que se gasta en el programa justiciero más importante del gobierno de la República...

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