Federico Reyes Heroles / Palabra política

AutorFederico Reyes Heroles

¿Qué habrá pensado Alfred Nobel cuando creó los premios que llevan su nombre? ¿Impulsar disciplinas científicas en beneficio de la humanidad, destacar méritos perdidos, individualizar las aventuras del pensamiento humano, ponerles nombre y apellido? Algo queda claro: lo que en abstracto parece sencillo y diáfano, resulta complicado en su aplicación concreta. ¿Deben los premios que llevan su nombre cruzar la evaluación del impacto político de un descubrimiento científico o de las convicciones de un literato? ¿En qué dirección, progresista o conservadora? ¿Pueden los premios ser asépticos? Una técnica, como la procreación in vitro que para millones de familias significa esperanza, es también una afrenta para el Vaticano, es el caso de R. Edwards. Premiar al disidente y preso de conciencia chino Liu Xiaobo es un acto político con la anunciada furia del gobierno autoritario de ese país. Y, ¿qué decir de la literatura, de la palabra? ¿Puede la literatura ser siempre pura? ¿Debe serlo?

Lo recuerdo, la única ocasión en que crucé palabras con él. Fue en los años setenta. Era muy alto, barbado, de embrujantes ojos claros y manos enormes. Estaba sentado en un sillón permitiendo que un grupo de adolescentes le lanzáramos preguntas. La literatura de compromiso era moda e imposición. Él estaba del lado de la izquierda, en ese momento apoyaba con todo a la revolución que tiró a Somoza en Nicaragua, practicaba el compromiso pero... Me reservo el derecho a hacer literatura pura, respondió Julio Cortázar ante la presión de una pregunta. El mundo era al revés, se exigía una postura política en la literatura, la literatura sin posición era considerada vacua y cobarde. Una línea, un verso pueden portar una posición política: Incitación al Nixonicidio fue el título de uno de los últimos libros de Neruda. Del compromiso el péndulo se fue al otro extremo, la asepsia. La discusión no acaba.

Porque también existe el argumento contrario, un escritor que no asume el valor transformador de la palabra está desperdiciando espacio de reflexión, capacidad argumentativa, poder. Hay riesgos en esa ruta, la literatura no debe convertirse en panfleto por mejor escrita que esté. Hay valores propios de la literatura -estéticos, de forma, etcétera- que no pueden sojuzgarse a la posición política. Para algunos quien escribe un poema o un cuento o una novela con el afán de promocionar una postura política ya no es un escritor honesto. Para eso mejor que se afilie a un partido...

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