Federico Reyes Heroles / De mitos y prisioneros

AutorFederico Reyes Heroles

En México cualquier pequeño pueblo que se respete a sí mismo cuenta con al menos una calle llamada Revolución. Sin embargo los mexicanos somos muy conservadores. Ante el dilema más vale malo por conocido que bueno por conocer nos inclinamos por la primera opción. Con todas las deficiencias de nuestro país cuando se plantea "el cambio" muchos mexicanos lo rechazan. Un asesor muy cercano a Cuauhtémoc Cárdenas regresó convencido de que el michoacano debía utilizar esa expresión -cambio- como eje de su campaña, tal y como lo hizo Clinton. El resultado fue un fracaso. No somos lo que aparentamos o lo que decimos de nosotros mismos. Algo de esquizofrenia nos visita.

Cualquiera diría que México es un país muy católico. Poco menos del 90% se declara seguidor de esa fe. Sin embargo esos mismos católicos admiten no seguir los mandatos del Vaticano, aceptar las relaciones sexuales premaritales y el uso del condón. Bautizar, hacer la primera comunión, casarse por la Iglesia son rituales muy populares. Pero leer la Biblia o estudiar una encíclica es algo muy diferente. Las visitas de Juan Pablo II paralizaban al país. Pero el "México siempre fiel" pierde católicos cada año. Si los católicos mexicanos fueran a misa los domingos al menos dos veces al mes, se necesitaría construir varias veces el número de Iglesias existentes. Somos ritualistas, guadalupanos, mitoteros, pero la práctica de la fe católica no empata con la vida cotidiana, sobre todo entre los jóvenes. Es un catolicismo mexican style.

Y ya que en inglés andamos, otro mito muy común es el del lobo feroz de Estados Unidos. Los malos de la película siempre son ellos. Nos quitaron la mitad de nuestro territorio, somos víctimas de su imperialismo, son la explicación de nuestros males. Eso decimos y eso se publica como explicación que garantiza aplauso. Pero resulta que cuando se le pregunta a los mexicanos cuál es el país que más admiran, ¡sorpresa!, Estados Unidos ocupa el primer lugar. Somos muy pragmáticos, nos gusta su riqueza antes que su democracia. Preferimos hacer negocios con ellos antes que con otras naciones. Muchas de las colonias nuevas en las ciudades mexicanas están construidas a semejanza de las zonas suburbanas de aquel país. Es curioso ver techos de dos aguas ideados para soportar toneladas de nieve que nunca verán. O sea que el nacionalismo estridente no soporta la menor confrontación con la realidad.

Y qué decir del México de los brazos abiertos, ese que con Lázaro Cárdenas a...

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