Federico Reyes Heroles/ La grandeza de Tito

AutorFederico Reyes Heroles

Para Bárbara.

La llamada tempranera interrumpió una noche que buscaba prolongarse indebidamente. La angustia salía de sus ojos claros: Tito Monterroso había muerto. Por primera ocasión en su corta vida llevaba el terrible mensaje. El silencio nos invadió. Habría muerto en paz, fue el primer pensamiento. Nada sabíamos de hospitales en los días recientes. La muerte es inevitable, la muerte digna todavía no es opción. No se merecía otra. Abrazar a Bárbara fue lo segundo. Me sería imposible. Le platiqué de su avanzada edad, de su obra, de su simpatía, de la "vaca" dedicada a ellas, ésa que incansable y sonriente vigila el pasillo. Allí estaba esa vida larga e intensa, plena, con momentos desgarradores y otros de plenitud, como todas quizá. Pero en Augusto Monterroso había mucho más que los reflejos condicionados con que llenamos las vidas.

Autor del cuento más corto, genio de lo breve, narrador de gran eficacia, todo eso y más es cierto y, sin embargo, no es suficiente. La mitología de los grandes autores vende bien, pero a la vez los sepulta. Dos o tres referentes seguros y lo demás es oscuridad, silencio diría Tito. Quizá lo primero sería decir que cualquier etiqueta engaña. Cuento, fábula, ensayo literario, todo es cierto; sentencias brillantes, biografía como pretexto y más. Pero Monterroso no trabajaba para un género literario. De hecho usaba los llamados géneros para decir lo que quería. Su vasto conocimiento de la literatura jamás desprendió ese olorcillo a vana pretensión: hablar justo de ese texto que los otros desconocen para construir un mundo propio. Para nada, él buscaba que la literatura sirviese a la vida, jamás viceversa. Así entiendo el profundo pacto con Bárbara Jacobs, así también su vida cotidiana en la cual la escritura era el código básico de su existencia. Escribir para ser, ser distinto, ¿mejor?

La brevedad no era un propósito de artificio literario. La intención primigenia según la entendí era otra: la precisión, la justeza en el uso de la palabra. "Toda abundancia es estéril", expresión de Mallarmé, fue la piedra de toque de uno de sus textos más recientes. Decir más con menos, evitar los desvíos, respetar el tiempo y la inteligencia del lector. El ruido que llena los oídos y las páginas aleja a los seres humanos en plena presencia. La brevedad es entonces resultado, puerto de arribo y no consigna. Pero el lector podría tener la impresión de que ese pequeño gran hombre cargaba con un actitud de laboratorio frente a la...

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