Federico Reyes Heroles/ 2003: Otro y otro más

AutorFederico Reyes Heroles

El cielo se llenó de estrellas multicolores, los fuegos de artificio cruzaron las miradas. Nuevo año, nuevo siglo, nuevo milenio. Abrazos, lágrimas, brindis. ¡Salud! Además de todo, México iría a las primeras elecciones presidenciales con posibilidades reales de triunfo opositor, se estrenaría, así aseguraban algunos, en la alternancia, isla de salvación de nuestro naufragio. Todo era esperanza y un futuro grandioso. Fin al oprobio, a la oscuridad, decían los opositores. Bienvenidos los nuevos tiempos preñados de libertades y progreso. ¡Salud de nuevo! Eso fue hace exactamente 36 meses. Hoy por la noche estarán allí los abrazos, quizás menos intensos, menos cargados de la emoción simbólica de los tres ceros. La esperanza se eclipsa. En las mesas aparecerá el cuchicheo que ya se está volviendo tedio: que si Fox esto, que si Marta, que si el equipo, que si la falta de rumbo. Aunque ahora con un panista a la cabeza, el circuito lo conocemos muy bien: del jubileo a la amargura. ¿Maldición o engaño? La tragedia nacional va más allá de los Fox. Está en todos.

De las insuficiencias de la nueva gestión se ha hablado todo o casi. Pero lo que hoy se desnuda es aun más grave, es una verdadera tragedia nacional: nuestro profundo desprecio hacia el tiempo y con ello hacia la vida misma. Pasan las semanas, los meses, los años, las décadas y pareciera que los mexicanos somos incapaces de concebir que hay prisa, que eso que estamos dejando de hacer se expresa en hambre, en ignorancia, en violencia, en tristeza, en desesperanza, en muerte. Con Fox o sin Fox queda claro que el arma favorita de los mexicanos contra nosotros mismos es la zancadilla para que el otro tropiece, caiga y no pueda avanzar. Nada nuevo. De lejos el País se mira como campo de batalla, desolador, todos en el piso tratando de alcanzar la pierna de quien osa levantarse. La parálisis como victoria: te fregué.

Encaminados a nuestro bicentenario como nación y al centenario del inicio de la gesta maderista es claro que el peor enemigo de México está adentro, en sus ciudadanos incapaces de acceder a acuerdos básicos de convivencia en la legalidad y el respeto, en la búsqueda de bienestar, palabra que debe ser usada con precaución pues ni siquiera en eso nos hemos puesto de acuerdo, si es que en verdad queremos prosperar y dejar de ser miserables. Desbordantes de envidias hacia los triunfadores nos seguimos refugiando en nuestros torcidos consuelos nacionalistas: como México no hay dos y a ver...

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