'Con fe, no hay dolor'

Jesús Ignacio viaja caracterizado como un Juan Diego más: con las ropas de manta y el ayate estampado con la imagen milagrosa de la Virgen de Guadalupe.

Trae, también, los pies descalzos.

Sabe que la llegada fue relativamente sencilla, pero que el verdadero sacrificio viene después, cuando vuelva a Teziutlán, Puebla, corriendo, con los pies descalzos, en una carrera de relevos que le tomará dos días de vuelta.

"No es difícil, cuando haces con cariño, con fe, no sientes el dolor, todo se te pasa. Siempre y cuando la fe esté contigo. Si por mí fuera yo vengo el tiempo que más pueda", suelta, enérgico, Jesús Ignacio.

Él es tan sólo uno de los millones de peregrinos que se dan cita en el atrio de la Basílica de Guadalupe y al interior del Templo Mariano, cansados, con frío, con los pies y las rodillas hinchados, pero eso sí, con mucha fe.

"Venimos con gusto, con amor, todos felices porque, la verdad, el venir aquí es una gran alegría", dice, sobando sus pies ennegrecidos. Lleva tan sólo unas horas en la Ciudad de México, pero la carrera está por iniciar.

Además de los gregarios llegan los fieles silenciosos, los que se postran en silencio ante la imagen de la Guadalupana o quienes sólo auxiliados por un par de parientes y manos llegan a su destino con los ojos vendados y las rodillas ensangrentadas.

"Es impresionante ver a esta gente que viene con fe, vienen a ver a la Virgen y a hacer sus mandas. Como yo, que quiero que se componga mi mamá de sus píes", explica Eduardo Vera, quien...

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