'Por favor, resistan'
Autor | Mayolo López |
Enviado
VILLAHERMOSA.- El malecón Carlos A. Madrazo hacía agua. El río Grijalva comenzaba a salir de madre. Los costales de contención estaban a punto de ser rebasados por las aguas impetuosas. Y caía una ligera llovizna.
En ese ambiente, el Presidente Felipe Calderón hizo una incursión de no más de 15 minutos: echó arena a los costales, regañó a jóvenes que miraban impasibles la escena y se fue del lugar.
Abatido, sobre la lomita de la arena, el Gobernador del estado, Andrés Granier, apenas masculló un "No nos vamos a rendir. Los tabasqueños hemos salido de peores..."
Bajo un cielo gris, Calderón, su comitiva de Secretarios de Estado y el Gobernador habían efectuado un sobrevuelo de unos 20 minutos por la capital del Estado y los alrededores.
A vuelo de pájaro, Villahermosa parecía que había resistido el embate de las lluvias interminables del inmisericorde frente frío que envolvió a la tierra de Pellicer días atrás.
Pero el área contigua a Villahermosa asemejaba un inmenso espejo de agua: apenas y asomaban las copas de los árboles. Tabasqueños imploraban ayuda desde los techos de sus casas. El ganado huía de los prados inundados y se internaba en las autopistas.
El Presidente de la República retornó a tierra y enfiló al malecón Carlos A. Madrazo. En el el trayecto el Gobernador lo puso al tanto del último reporte: el 80 por ciento del territorio estaba bajo las aguas. Los cultivos -plátano, cacao, coco, caña-, "devastados".
El convoy encontró la avenida que corre paralela al malecón. Pasó por donde un grupo de mujeres rellenaba con arena costales y siguió su marcha. Minutos después, los vehículos tomaron una glorieta, dieron vuelta y retornaron a ese mismo punto: Calderón descendió de su vehículo con botas de bombero, se arremangó la camisa y comenzó a echar pala.
Su esposa, Margarita Zavala, le siguió en la faena. Los Secretarios de Defensa, Marina, Gobernación, Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Social hicieron lo propio.
Contrariado, el Gobernador se refugió con sus paisanos en una esquina. Allí fue a buscarlo la secretaria privada del Presidente, Aitza Aguilar. "¡Necesitamos lanchas!" "¡La ayuda no llega!", gritaba la gente desde un puente. Los gritos incomodaron a Calderón, afanoso en la tarea.
Un aullido de un joven lo exasperó. "¡Ven bájate a ayudar..! Si no vienes mando por ti", amenazó el Mandatario.
Granier decidió acercarse. Trepó al montículo y, quebrada la voz casi, soltó: "No nos vamos a rendir. Los tabasqueños hemos...
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