Familias pobres, niñez que labora: Más de 3.5 millones en trabajo infantil en México

Fecha de publicación14 Junio 2021
Foto EE: Eric Lugo
Foto EE: Eric Lugo
Blanca Juárez

Por Blanca Juárez

Al menos 210,000 niñas, niños y adolescentes, muchos de ellos estudiantes, empezarán a trabajar por primera vez en nuestro país a causa de la crisis económica por la covid-19.

A Sinaloa ha ido muchas veces, aunque queda a más 1,300 kilómetros de su casa en Santa María Tonaya, una comunidad en la Montaña de Guerrero. Pero a Acapulco, que está a menos de 300 kilómetros, nunca. Verónica Hernández, una niña del pueblo me’phaa, tiene 12 años y amplia experiencia laboral como jornalera en los campos sinaloenses.

La misma edad tenía su abuelo, don Feliciano Hernández, la primera vez que viajó solo para trabajar en el estado de Morelos. Fue en 1956, lo recuerda bien, cuando pasó a las filas del trabajo infantil. Es 2021, tiene 77 años y sigue siendo jornalero migrante.

Él debería estar jubilado; ella, disfrutando de los remanentes de su niñez. Pero ni una ni el otro han podido escapar de un problema sistémico, clasista y racista que obliga a las familias a apoyarse en la fuerza de trabajo de sus hijas e hijos.

“Quiero conocer Acapulco para ver el mar”, dice con emoción de niña. “Me gusta estudiar, pero si no trabajo, no como. A mi familia no le alcanza”, asesta con la vehemencia de la pubertad, pero, sobre todo, con la obviedad de la realidad.

Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI), en 2019 había 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes laborando. Pero la pandemia de covid-19 habría elevado la cifra a más de 3.5 millones.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que por cada punto que aumenta la pobreza, el trabajo infantil incrementa 0.7 por ciento. En México, la pobreza creció 9.1 puntos en 2020, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), al pasar de 41.5 a 50.6 por ciento. Eso significa que al menos 210,000 niñas y niños más comenzaron a trabajar.

Y a nivel mundial, la cifra aumentó de 152 millones, previo a la pandemia, a 160 millones menores de edad trabajando, la gran mayoría en labores de alto riesgo para su edad, según el estudio Trabajo infantil: estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir, de la OIT. El reporte advierte que si no se les garantiza la cobertura de protección social, a finales de 2022 esta cifra podría superar los 200 millones

El 12 de junio se conmemoró el Día Mundial contra el Trabajo infantil y todo el 2021 fue declarado como el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se puede establecer toda una década de concientización, pero si el asunto no se ataca de raíz, poco se podrá avanzar, señalan especialistas. Si hay niños y niñas trabajando es porque, la mayoría de las veces, hay personas adultas viviendo en la pobreza.

Si no, no alcanza

La primera vez que fue a Sinaloa, Verónica Hernández tenía 8 años. Fue un viaje de más de 16 horas en caravana con otras familias de su comunidad en Tlapa, Guerrero. Son pocas las personas de su pueblo las que no atraviesan el país para trabajar en las temporadas de siembra o cosecha en Villa Unión, en aquella entidad del norte.

Para ella eso es una ventaja porque de esa forma no deja de ver a sus amigas, compañeras de juego y de trabajo. Pero de ese primer día de hace cuatro años lo que recuerda son las carreteras interminables y la velocidad que agita la cabeza y produce mareo. “Me espanté porque el carro iba muy rápido, nomás le dije a mi papá y me abrazó”.

Dentro de las ocupaciones no permitidas incluso para mayores de 15 años, el sector agrícola es el que más utiliza la fuerza de trabajo de niñas, niños y adolescentes. El 31.6% de los menores labora en alguna de las actividades del campo, según la ENTI. Le siguen la minería y la construcción (24.5%) y el comercio (14%).

“No los obligamos a trabajar, lo que pasa es que si no trabajamos todos, no alcanza, y lo que consumimos es caro: maseca, aceite, frijol, refresco, carne. Y eso a cada rato lo aumentan, no entiendo por qué”, dice don Feliciano Hernández.

Y los pagos varían, por una cubeta de chiles cosechados reciben 5 pesos. Por una jornada haciendo surcos u otra actividad a pleno sol, entre 100 y 200 pesos al día. “Los dueños dicen que si queremos trabajar, es así, si no, pues no”. Un día de trabajo para Verónica comienza a las 6 de la mañana y termina a las 2 del día, cuenta. Las 8 horas de ley.

Más mujeres y más niños

“Tenemos que aprender a hacer un análisis sistémico para no culpar a las familias. Comprender que la pobreza es una realidad” y que...

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