Los falsos privilegios

AutorPeter Sloterdijk

El polémico pensador alemán denuncia la reclusión de la filosofía en la academia, de cómo quien la ejerce se adapta a la universidad como el pingüino al Antártico; además, enuncia la misión del filósofo en la sociedad, que consiste en demostrar que un sujeto puede ser interruptor de la información, y no un simple canal de trasmisión, algo que los clásicos concentraron en la palabra reflexión.

La empresa filosófica oficial, y no me estoy refiriendo ahora, en concreto, a la Teoría Crítica, es, en primer lugar, un sistema en el que se recompensa la adaptación obsesiva a la autorreproducción. Huelga señalar que también existen algunas serias excepciones, ciertos talentos reales y algunas ramas de investigación productivas. Si se ve el asunto desde un ámbito global, uno tiene la impresión de observar un poderoso estancamiento. Quien quiera trazar analogías puede apreciar algo semejante en el ambiente espiritual de embotamiento surgido en el siglo 19, que penetró en la marcha de las Iglesias protestantes, aunque sabe Dios si fue algo más lejos de su espiritualidad. Y esto tanto más cuanto más hábiles han sido esas gentes desde siempre para buscar posibilidades de reproducción y establecer su nido en medio de sistemas de prebendas. Para esta gente la universidad es sencillamente su nicho ecológico. El profesor de filosofía se adapta a la universidad como el pingüino al Antártico. Desde un punto de vista evolucionista, el academicismo que impera en el marco filosófico no es sino un efecto secundario de la crónica superproducción de habilitados, que conduce a competir por falsos privilegios. A lo largo de las...

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