Las fábulas del capitán

AutorCarlos Tello Díaz

Hacia fines de 1985, el EZLN tenía ya varios campamentos en las Cañadas. Sus dirigentes acababan de abandonar los alrededores de la laguna de Miramar -demasiado recónditos- para vivir más cerca de las comunidades, en la cañada de Avellanal, la zona de influencia de Slop. Los campesinos, allí, los ayudaban con el alimento. Llegaban a sus campamentos cargados de comida sobre sus espaldas: maíz, arroz, frijol, un poco de café. El apoyo que les daban era fundamental, aunque por aquel entonces aún insuficiente. Los guerrilleros tenían que recurrir a la caza para satisfacer el resto de sus necesidades. Cazaban sobre todo monos y faisanes -las presas más fáciles- que complementaban con aquello que podían recolectar. Entre los campamentos que tenían en esa zona destacaba, sin duda, el que llamaban La Cueva, localizado cerca del ejido Ibarra, al mando de la comandante Elisa. Los zapatistas que residían allí, insurgentes en su mayoría, estaban felices de vivir bajo su mando. "Era muy comprensiva", dicen. "Todo mundo los quería a ella"1. Además de La Cueva, sede de la Comandancia, destacaba también el que nombraban El Recluta, situado en los alrededores del ejido San Francisco. Marcos, en ese campamento, vivía rodeado nada más por unos cuantos insurgentes, que tenían a su cargo la instrucción de los reclutas. Cazaba, estudiaba, dirigía las operaciones de sus hombres. También redactaba sus cuentos, similares a los que publicaría después en la prensa del país. Muchos aparecían en la revista del movimiento, Nepantla, que por esos años sus editores llamaban Nupi (Nueva Publicación Interna). Eran textos leídos siempre con asombro por los militantes de las FLN.

En noviembre de 1985, Marcos terminó de redactar uno de sus textos más largos, que firmó con vaguedad En algún lugar de México. "Compañeros, os escribe el Capitán", anunció. "He pensado mucho en la conveniencia de escribir esta carta y enviárselas, pues sabedor soy de los muchos problemas que debéis resolver. Sin embargo, creemos necesario que se sepa lo que aquí ha pasado en estos acuosos días"2. A continuación hacía un relato que parecía no tener fin -mitad verdadero, mitad imaginado- sobre sus vicisitudes en la Selva. "Habíamos salido de la Comandancia con la tarea de realizar una exploración con el objeto de plantar un grupo de combatientes en una nueva zona", explicaba al principio de su texto3. Entonces comenzaron a pasar cosas muy extrañas: "puntos que daban vistas diferentes al mismo rumbo, buzones que desaparecían y aparecían y, por si fuera poco, el altímetro puso su granito de arena en la montaña de locura al empezar a girar como rueda de la fortuna marcando alturas diversas, con...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR