Félix Fernández / Aquel regreso de Ciudad Victoria

AutorFélix Fernández

"Buenos días, señora. Nos quedamos parados como a un kilómetro desde anoche y no tenemos dinero. ¿Le podemos dejar unos balones y ropa a cambio de algo de comer?".

Quince horas antes de tocar esa puerta, el domingo por la tarde salimos de Ciudad Victoria rumbo a México, tras nuestro partido preliminar de reservas. Cinco de nosotros recibíamos ya un sueldo quincenal, pero lo poco que llevábamos fue gastado en sándwiches para todo el equipo durante la ida. Era época de austeridad, pero de mucho aprendizaje, en la que viajábamos toda la noche previa al encuentro, tratábamos de dormir en el autobús, en dos asientos para cada uno. No había baño ni monitores para ver películas durante el viaje; la ociosidad, la plática, la lectura y el walkman eran nuestra forma de pasar aquellos interminables viajes, para llegar a la ciudad correspondiente, comer algo ligero, reposar todos en dos habitaciones y jugar el encuentro del Torneo Nacional de Reservas, un par de horas antes del encuentro estelar de Primera División.

Tras aquella jornada, se tenía planeado llegar a nuestro destino aproximadamente a las 6:00 horas del lunes, pero la descompostura del autobús convirtió nuestro regreso en una historia particular: cerca de la una de la madrugada, luego de dos horas con problemas en el motor, definitivamente nuestra unidad renunció. Nos encontrábamos entre San Luis de la Paz y San Luis Potosí, en plena zona desértica y sin alguna comunidad cercana. "¡Ya valió madres!", dijo "El Crispín", nuestro carismático chofer, para luego buscar en un compartimento la herramienta necesaria para reparar el autobús. Sacó una botella de Orange Crush, un desarmador y unas pinzas, con lo que intentó, infructuosamente, hacer la talacha. Resignados, con un...

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