Ezra Shabot/ ¿Cuál federalismo?

AutorEzra Shabot

La construcción de un sistema federal capaz de combinar eficazmente justicia y eficiencia, requiere de un enorme grado de madurez política que permita encontrar el equilibrio entre las necesidades de los estados y las federaciones. La vieja discusión del Siglo 19 entre centralistas y federalistas, adecuada a estos tiempos, sigue estando vigente. Si en las Constituciones de 1857 y 1917 el federalismo quedó plasmado como forma de organización política, el centralismo fue de hecho lo que funcionó durante el porfirismo y los regímenes de la Revolución Mexicana.

Los estados de la República perdieron durante el periodo de dominación priísta toda capacidad de actuación autónoma en el terreno económico y por supuesto en el político. Los distintos Presidentes designaban Gobernadores, Diputados locales y federales y en el extremo del presidencialismo absoluto hasta Presidentes municipales.

En esa estructura, la intención de resistir y oponerse a los abusos del centro era prácticamente suicida. La pirámide de Gobierno era intocable hasta los años setenta, cuando el rejuego interno de la clase política priísta comenzó a producir la destitución y reemplazo de Gobernadores que no se adecuaban a los intereses del Presidente en turno, llegando esto al extremo durante el sexenio de Salinas.

La pérdida del poder presidencial dejó en la orfandad a estos Gobernadores priístas acostumbrados a recibir órdenes, aunque algunos de ellos ya habían dado muestras de rebelión en el Gobierno de Zedillo, precisamente por la falta de sensibilidad del poder central ante los reclamos de los estados.

Con el ascenso de Vicente Fox a la Presidencia se rompió esa perversa relación, sin embargo, en la medida en que no se sustituyó por una estructura operativa verdaderamente federal, la relación entre los Gobernadores y el Presidente se entrampó en medio de las pugnas partidistas, y sin contar con un marco jurídico adecuado para resolverlas.

La Conferencia Nacional de Gobernadores quedó así establecida como un poder paralelo a los tres poderes del Estado, siendo rechazada por los panistas, pero finalmente aceptada como interlocutor por el propio Gobierno foxista, en una incongruencia que derivó en un golpe bien orquestado por Murat y Monreal en relación con supuestos recursos recortados a los estados por la Federación.

Ante la ausencia de leyes e instituciones garantes del federalismo, los Gobernadores se convirtieron en virreyes capaces de controlar a la mayoría de sus Diputados...

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