Ezra Shabot/ Viejo-nuevo régimen

AutorEzra Shabot

En un par de días llegará a su fin el régimen priista de 71 años de duración. La magia de un sistema capaz de renovarse sexenalmente sin correr el riesgo de perder el poder se ha terminado. La instauración de un gobierno no priista representa el fin del partido de Estado, y el desafío de crear un nuevo régimen basado en instituciones democráticas ya existentes, pero necesariamente modificables. Las viejas estructuras del priismo van paulatinamente muriendo ante la falta de oxígeno que representa la pérdida de la Presidencia de la República, instancia indispensable para el funcionamiento del sistema en su conjunto.

Los gritos en contra de Zedillo durante la ceremonia priista de conmemoración de la Revolución Mexicana, y el destape de la candidatura de Diódoro Carrasco para evitar el ascenso a la dirigencia nacional del PRI del tabasqueño Roberto Madrazo, hacen prever una difícil confrontación entre facciones al interior del partido tricolor, en la medida en que éste carece de los mecanismos democráticos indispensables para dirimir sus diferencias y mantener la disciplina anteriormente garantizada por el primer mandatario de la nación. Los caciques del PRI intentan repartirse los restos del viejo régimen, sin comprender la necesidad de romper con el pasado como única forma de rehacer un proyecto caduco sin futuro alguno.

La crítica al próximo gobierno panista por parte de Dulce María Sauri repite lemas revolucionarios trasnochados: "...querrá llevarnos al pasado con soberbia y engaño. Tendrá en pleno siglo XXI un aire sabido ya antiguo, aire rancio de mina y hacienda. Propondrá, con fórmulas que parecen modernas, productos que rechazaron nuestros abuelos y no merecen nuestros hijos. En este contexto, el PRI debe ser la muralla para detener el asalto del pasado y plataforma para iniciar la ruta del porvenir". Parece Sauri olvidar que el pasado son ellos: los priistas que hicieron del sufragio efectivo un engaño y de la democracia una farsa sexenal durante más de 70 años y que dentro de unas horas dejarán el poder no por una conspiración de los conservadores, sino por la acción del voto mayoritario de los mexicanos.

Si el PRI quiere detener el conservadurismo foxista, debe primero transformarse en un partido democrático capaz de reconstruir los ideales de una revolución progresista que nada tendrían que ver con la dictadura perfecta y la presidencial imperial existentes en este país, a pesar de la mitificación de la realidad mexicana que Dulce...

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