Ezra Shabot / Ganar la guerra

AutorEzra Shabot

La estrategia de confrontación de Siria e Irán con Occidente impulsó a los fundamentalistas libaneses a una incursión dentro de territorio israelí, que concluyó con el secuestro de dos soldados y el lanzamiento de cohetes katyushas hacia la ciudad de Haifa.

Para el líder terrorista Hassan Nasrallah, el secuestro de un soldado israelí en Gaza por parte de sus socios fundamentalistas de Hamas, fue el indicador adecuado para intentar una operación similar.

La presión internacional sobre Irán por su negativa a detener el proyecto de energía nuclear, y aquella otra ejercida sobre Siria por su intervención en el asesinato del ex presidente libanés Rafic Hariri, y como resultado de la presencia de líderes terroristas del nivel de Jaled Mashal de Hamas, convirtieron a Hizbollah en el instrumento idóneo para incendiar la zona y desviar la atención de los problemas específicos de estos dos países.

Sin embargo, Nasrallah rebasó los límites de la provocación y rompió el frágil equilibrio de las relaciones entre Israel y Líbano.

Hay que recordar que Hizbollah es un partido político miembro del gobierno libanés, y que posee un ejército propio ajeno a las decisiones de Beirut, apoyado con armas sirias y dinero iraní.

Su objetivo, desde su fundación en 1982, fue la expulsión de las fuerzas israelíes de Líbano, para después incorporarse al proyecto de exterminio del Estado judío junto con grupos palestinos radicales.

Israel abandonó el último centímetro de territorio libanés en el 2000, manteniendo bajo su control una pequeña franja denominada "las granjas de Sheba", que según las Naciones Unidas pertenece a Siria y tendrá que ser devuelta a este país cuando se establezca un acuerdo de paz con Israel.

El proceso de reconstrucción de Líbano contó con el apoyo de la ONU a través de la resolución 1559, que obligaba a Israel a retirarse totalmente del país de los cedros, pero también forzaba a Hizbollah a entregar sus armas al legítimo gobierno libanés.

El hecho de que durante largo tiempo el gobierno sirio mantuviera un régimen títere en Beirut, impidió el desarme de los fundamentalistas chiitas, y por el contrario fortaleció el peso de Hizbollah en la vida social y política libanesa.

El eje Teherán - Damasco - Hizbollah, terminó por convertirse en una pesadilla no sólo para Occidente, Líbano e Israel, sino principalmente al interior del mundo árabe mayoritariamente sunnita y opuesto a la expansión del fundamentalismo chiita asentado en Irán.

Es por esto que...

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