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Evolution of disparities in Latin America's Economic and Human Development: Analysis of HDI and its Components

Introducción

Hasta no hace muchos años, desarrollo y crecimiento económico eran considerados términos similares. La vinculación entre ambos ha venido dada por la propia definición de crecimiento económico, entendido como el aumento sostenido de la actividad productiva en un área económica, lo que a su vez implica un aumento en la utilización de los factores en el proceso de producción y por consiguiente en la remuneración que obtienen sus propietarios, permitiéndoles satisfacer un mayor número de necesidades. El crecimiento económico a su vez conlleva un incremento de los recursos que el gobierno puede destinar para financiar el gasto social.

Basados en estos argumentos, los estudios sobre desarrollo económico utilizaron como indicador de bienestar la renta per cápita, apoyados en el supuesto de que un mayor nivel de ingresos llevaba implícito una mejora en la calidad de vida de la población.

No obstante, un número significativo de estudios evidenciaron que el crecimiento económico no beneficiaba a toda la población por igual, encontrando incluso incrementos en las disparidades en los niveles de renta tanto en ámbitos nacionales como subnacionales. Por ese motivo, se comenzó a prestar atención a otros indicadores que pudieran explicar de forma más adecuada la evolución en la pobreza, en la desigualdad y en el desarrollo, colocando a las personas como pilar fundamental de este proceso. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en su primer informe de 1990, señala que es necesario que los países creen un entorno favorable donde los ciudadanos puedan adquirir capacidades que les permitan ampliar sus opciones en la sociedad. Para ello se basó en tres pilares: tener una vida saludable, adquirir conocimientos y acceder a recursos económicos para alcanzar un nivel de vida digno, siendo la política fiscal el instrumento aplicado por los gobiernos para conseguir estos logros. Sin embargo, en América Latina, la política social comienza a desarrollarse en los años noventa del siglo pasado, con varias décadas de retraso respecto a los países desarrollados, a raíz de las reformas estructurales realizadas por los gobiernos de la región que permitieron superar la etapa de priorización del servicio a la deuda que protagonizó las décadas anteriores (González, 2012). Este retraso en la aplicación de programas de salud y de educación podría haber afectado negativamente al desarrollo humano de los países latinoamericanos.

Con estos antecedentes, el presente trabajo tiene por objetivo analizar el crecimiento y la convergencia en el desarrollo económico y social de los países de América Latina agrupados en áreas de interés económico o de proximidad geográfica, a partir del índice de desarrollo humano híbrido (IDHh) publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para el periodo 1970-2010. Con ello se pretende analizar la evolución de este indicador y sus componentes, tratando de detectar la existencia de patrones diferenciados entre las variables económicas y las variables sociales en la región, comprobando si la pertenencia a dichas áreas ha podido contribuir al proceso de convergencia entre los países que forman parte de ellas.

El resto del artículo está organizado de la siguiente forma: en la primera sección, se aborda el marco teórico en el que se incorporan críticas al PIB como medida del bienestar y se introducen otras medidas alternativas, centrando nuestro interés en el índice de desarrollo humano híbrido (IDHh). En la segunda sección se realiza un análisis descriptivo sobre el crecimiento y la convergencia sigma del IDHh y sus componentes en América Latina y varios subgrupos del continente americano. Posteriormente se repasan las principales contribuciones académicas que han analizado crecimiento y convergencia a partir del IDHh y sus componentes, contrastándose la hipótesis de convergencia beta absoluta y condicionada a partir de modelos de datos de panel, tanto a nivel regional como por grupos de países, durante el periodo 1970-2010. Finalmente se concluye.

  1. Los indicadores del bienestar

    El PIB ha sido el indicador por excelencia para medir el crecimiento económico desde que en los años cincuenta del siglo pasado fuera adoptado por las Naciones Unidas a raíz de las publicaciones de Keynes y Stone (1939) y Gilbert (1942). La vinculación entre crecimiento y bienestar ha sido evidente para multitud de autores, (1) justificada tanto por el mayor acceso de la población a fuentes de ingreso, como por el incremento de los recursos del gobierno que pueden ser destinados hacia una política social más efectiva.

    No obstante, existe una extensa literatura crítica del PIB como medida del bienestar. Simon Kuznets (1968), considerado uno de los diseñadores del PIB, fue de los primeros en señalar que el bienestar de un país no se puede inferir a partir de la medición del ingreso nacional. Sostiene que el PIB no tiene en cuenta los costos asociados al crecimiento económico entre los que cita la sobreexplotación de los recursos naturales y humanos o la inequidad en la distribución de la renta o la pobreza. Dudley Seers (1972) reconoce que el crecimiento económico medido a través del ingreso per cápita, deja de lado aspectos como la pobreza, el desempleo o la desigualdad, fundamentales para el desarrollo económico. Por ello, recomienda que toda política de desarrollo económico incluya instrumentos para lograr mejoras en estas tres dimensiones. Para Seers existen además otros objetivos de desarrollo que también deberían ser tenidos en cuenta como complementos de los tres anteriores, como son el logro de niveles adecuados de educación, principalmente alfabetización, la independencia de los gobiernos de injerencias externas, las libertades civiles o el control sobre la contaminación. Seers insiste en la necesidad de crear indicadores subsidiarios que sean globalmente aceptados.

    Por su parte, la teoría del crecimiento empobrecedor considera que el crecimiento económico puede agravar las condiciones de desigualdad y pobreza de la población (Bhagwati, 1988). Para Ng (2001), los beneficios netos del crecimiento económico medido a través del PNB, pueden ser menoscabados por los costes netos del medio ambiente y otros retrocesos sociales, reduciendo así el bienestar social.

    Desde el enfoque de la economía del desarrollo, hay contribuciones importantes que ayudan a delimitar los factores determinantes del bienestar, siendo Amartya Sen uno de los autores más relevantes en ese campo. Sen (1999) define el desarrollo como un proceso de expansión de las libertades sustantivas entre los miembros de una sociedad. El ingreso per cápita puede ser un factor importante para conseguir esta libertad, pero también lo son las inversiones en educación o en salud, así como el respecto de los derechos políticos y civiles. De ese modo, desarrollo implica la eliminación de fuentes que menoscaban la libertad como la pobreza, la tiranía, el desempleo, la escasez de bienes públicos y políticas sociales o los gobiernos autoritarios. A raíz de las contribuciones de Amartya Sen se constituye el llamado "paradigma del desarrollo humano".

    Precisamente, el concepto de desarrollo humano que abordamos en el presente trabajo tiene sus bases teóricas en los estudios de Sen sobre capacidades personales que permiten a los individuos disfrutar de un mayor bienestar (Sen, 1984). Entre los indicadores sociales que han tratado de cuantificar el desarrollo humano a partir de este concepto, sobresale el índice de desarrollo humano (IDH), calculado desde 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), inspirado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.

    El IDH se construye a partir de otros indicadores que capturan varios aspectos "medibles" de la teoría de las capacidades de Sen (1984), teniendo en cuenta tres dimensiones del desarrollo humano: poseer una vida larga y saludable, medida a través de la esperanza de vida al nacer; tener acceso al conocimiento para adquirir capacidades, medido con las tasas de alfabetización adulta y las tasas brutas de matriculación primaria, secundaria y terciaria y; alcanzar un nivel de vida decente para poner en uso dichas capacidades, utilizando como proxy el PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo (PPA) (Srinivasan, 1994). A partir del 2010, el IDH deja de ser calculado como una media aritmética, cuya mayor falencia era la de permitir la perfecta sustituibilidad entre las tres dimensiones del IDH, siendo remplazada por una media geométrica que penaliza el desarrollo desbalanceado. Adicionalmente se modificaron las variables que miden las dimensiones de educación y estándares de vida. En la educación, se sustituyen el índice de alfabetización y la tasa de matriculación por los años medios y los años esperados de escolarización, más informativos de la realidad educativa, mientras que en la medición de los estándares de vida se reemplaza el PIB por el PNB, con el fin de captar los ingresos que realmente recibe un país y no tanto sus residentes, que pueden ser agentes extranjeros.

    No obstante, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe de 2010, incluye un indicador calculado a partir de las variables tradicionales del IDH (esperanza de vida, alfabetización adulta y tasa de matriculación, y PIB per cápita PPA) pero con la forma funcional introducida en el informe de 2010, es decir, la media geométrica, recibiendo el nombre de IDH híbrido. Este indicador fue calculado por Gidwitz et al. (2010), elaborando una base de datos de carácter anual denominada "2010 Report Hybrid-HDI data of trends analysis" sobre 135 países para el periodo 1970-2010. El presente estudio se sustenta en esta base de datos para analizar la evolución del desarrollo humano de América Latina.

    I.1. Crecimiento y convergencia de los indicadores sociales

    Las...

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